El terror de Enriquez y la oscuridad de Nine en una traducción al lenguaje del cómic

Oscuridad, sangre, bruma, humo, horror, locura: los cuentos de terror de Mariana Enriquez disparan imágenes lúgubres y una atmósfera densa. Como contó y mostró la premiada autora en sus presentaciones teatrales, muchos de sus fans le envían por las redes sociales dibujos de sus personajes y hasta versiones de las historias en cómic. El clima, entre realista y fantasmagórico, del libro Las cosas que perdimos en el fuego inspiró al autor e ilustrador Lucas Nine para hacer una adaptación gráfica de cuatro de los doce relatos que integran el volumen publicado por Anagrama en 2016 y que ganó en 2017 el Premio Ciudad de Barcelona en la categoría Literatura en lengua castellana. El resultado del trabajo de Nine es una obra nueva, distinta pero complementaria, que lleva el mismo título del original y que llega a las librerías este mes con el sello Salamandra Graphic con un precio de $17.999.

Escenas del cuento “Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso orejudo”, de Enriquez, adaptado por Nine

“Todos imaginamos, cuando leemos, las imágenes en nuestra mente. Y no solamente eso: también, la banda de sonido, los olores, los tonos de voz. A veces, para el autor es muy sorprendente porque no lo imagina así para nada, y esa sorpresa puede ser muy grata o muy desconcertante. Lucas aportó su sensibilidad, ni más ni menos, pero para mí no son aportes: son aperturas. Me gusta pensar en todos los textos como abiertos y dispuestos a intervenciones y adaptaciones”, dijo Enriquez a LA NACION desde España, donde está en gira de promoción de su último libro, Un lugar soleado para gente sombría.

“El patio del vecino”, de Mariana Enriquez, en versión de Lucas Nine

Consultado sobre el origen del proyecto, Nine respondió desde Francia, donde edita la mayor parte de su obra. “Hace algunos años, la revista Orsai me propuso realizar una adaptación de “Bajo el agua negra”, uno de los cuentos que componen el libro. Me impresionó por su poder para sugerir imágenes tan impactantes (las que uno quiere dibujar, justamente), tanto como la manera en la que juega con una tradición literaria rioplatense como “El matadero”, de Esteban Echeverría, y “Casa tomada”, de Julio Cortázar; como si en el fondo nuestros terrores fueran casi siempre sociales. Creo que algunos cuentos de Mariana (pienso en “El chico sucio” y “Bajo el agua negra”) funcionan como una actualización al siglo XXI de esa escuela”.

Autor de libros como Borges, inspector de aves, publicado en Francia y en la Argentina, y de adaptaciones gráficas de cuentos de Horacio Quiroga, Nine planea, junto con Enriquez, sumar otros relatos del mismo volumen al formato de historieta. “La editorial española Salamandra fue receptiva al proyecto, así como Random House en la Argentina. También está en marcha su próxima salida en Francia, donde se publica la mayor parte de mi trabajo”.

Al inicio de cada relato aparece un fragmento de un mapa de Buenos Aires, donde los escenarios reales de las historias están marcados con “quemaduras” de cigarrillos.

El proceso de adaptación empezó por un guion clásico “sabiendo de antemano cuales eran los motores gráficos del libro, el lugar adonde quería llevar la historia”, explicó el ilustrador. “En casi todas ellas, el relato fluye hacia una explosión final. Mis guiones cuidaban que -dentro de la natural síntesis que impone la historieta- la tensión se orientara hacia esa explosión, que no se perdiera la energía por el camino. Pero, dentro de este esquema, hay muy poco por tocar en estos cuentos. Son un regalo para un dibujante”.

Enriquez y Nine intercambiaron mails cuando el ilustrador empezó el proceso de adaptación gráfica de los cuentosGentileza Nora Lezano

Aunque la mayor parte del trabajo fue en solitario, hubo una interacción virtual con la autora. “Primero le pasé a Mariana los guiones que había escrito y esperé su devolución antes de ponerme a dibujar. Hubo un ida y vuelta por mail. Tuve mucha libertad para trabajar, algo importante, dado que no se trataba de producir una versión ilustrada de los cuentos sino de volver a contarlos en otro idioma. El episodio del auto en llamas que nos sirve de introducción y epílogo está tomado del cuento que titula el libro original. Pero creo que el verdadero eje que unifica estas historias pasa por la ciudad de Buenos Aires, que es casi un personaje más. Algo que también tuvimos en cuenta a la hora de la elección de la imagen de tapa”.

«El episodio del auto en llamas que nos sirve de introducción y epílogo está tomado del cuento que titula el libro Las cosas que perdimos en el fuego», dice Lucas Nine

Unidos por la representación de una página, donde aparece el título de los cuatro cuentos elegidos (“El chico sucio”, “Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso orejudo”, “El patio del vecino” y “Bajo el agua negra”), al inicio de cada relato aparece un fragmento de un mapa de Buenos Aires, donde los escenarios reales de las historias (el barrio de Constitución, por ejemplo) están marcados con “quemaduras” de cigarrillos. El cuento “Las cosas que perdimos en el fuego” no está desarrollado como historieta independiente, sino que funciona como eje transversal. En “Pablito clavó un clavito”, Nine incorpora fotos históricas del caso del Petiso orejudo: retratos del joven asesino de niños y de algunos sitios reales donde ocurrieron los crímenes.

¿Le costó a Enriquez “entregar” sus criaturas tenebrosas a otro autor? “No me cuesta soltar, al contrario, me divierte y me interesa ver qué hacen los demás; para mí, son lecturas. Te pueden decepcionar después, claro, es el riesgo, pero en este caso me encantó. Lucas me contó su idea y vi varias etapas del trabajo, pero no intervine o muy poco, en general en algunas cosas puntuales a resolver, pero fueron conversaciones bastante livianas. El trabajo es de él y me gusta mucho”, asegura sin dudas. “Fue un placer que eligiera esta selección de cuentos un artista que, además, admiro mucho. Por supuesto, hacer una novela gráfica es un proceso distinto y hermoso, es un medio que amo”, dijo y adelantó una idea que viene tomando forma hace tiempo: “Pensamos con Vanessa Bell (escritora, periodista y curadora) hacer a fin de año una muestra de Fan Art en una galería, donde van a estar muchas de las obras que presentamos en el Coliseo”. Enriquez planea, incluso, que los fans que quieran podrán vender allí sus trabajos.

Cuando se le pregunta al ilustrador qué aportan las imágenes y el lenguaje del cómic a estos relatos, Nine responde: “No estoy seguro de que el paso de un texto literario a la historieta implique un aporte, en el sentido de un valor que se agrega al que ya posee la obra original. Más bien lo veo como una traducción: algunas cosas aparecen, otras se pierden. Es una especie de transacción. Más allá de esto, los cuentos que adapté están pensados desde el inicio a partir de la imagen, de manera que su paso al medio gráfico es casi natural. No hay tantos escritores que piensen así: Arlt es uno, Gogol o Chesterton podrían ser otros. Después están los que construyen imágenes, los creadores de arquetipos visuales, como Stevenson o Stephen King. Me parece que por estas ligas se mueve Enriquez y pienso que el lenguaje del comic puede aportar su carnadura propia a sus criaturas. Digamos que Alicia es una creación de Lewis Carroll, pero la pensamos gráficamente a partir de los dibujos de John Tenniel”.

Si bien el volumen refleja con fidelidad el espíritu de los textos originales, el estilo gráfico del ilustrador aparece en los tonos elegidos para los fondos de cada “cuadrito” y en los trazos con los que conforma los rasgos de los personajes. “Traté de mantenerme fiel a su espíritu original, aportando cierta simplificación inherente a la historieta y la contundencia que creo debería ser propia al lenguaje gráfico. Para conservar ese doble registro donde lo cotidiano y lo monstruoso se cruzan, busqué situar a mis personajes en lugares muy concretos de Buenos Aires, que los lectores seguramente reconocerán. Por otro lado, tenía en claro que las narradoras/narradores debían ser, gráficamente hablando, una especie de lugar seguro y reconocible donde el lector pudiera refugiarse cuando el terror estalle. Y mi terror, lamento informarlo, salpica bastante”.

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