Viaje a la mente de un campeón atípico: Gaudio, Roland Garros y la final con más drama que tenis

«Todo lo que pasó fue de ciencia ficción». Cinco sets. Tres horas y media de puro drama. El tenis es un deporte emocional pero puede llegar a otro escalón: cuando lo que está en juego excede la propia historia de un partido, entonces el juego deja de ser un juego. El peso psicológico desborda lo que sucede en la cancha.

Aquel partido enfrentaba a dos tenistas argentinos pero sólo uno surgía como el claro favorito para llevarse la copa. Dos jugadores con una historia en común que protagonizarían una película imposible de repetir. Nadie en el mundo imaginó semejante desenlace. La realidad derrotó a la fantasía.

Se cumplen 20 años la proeza irreproducible de Gastón Gaudio en la final de Roland Garros ante Guillermo Coria. Fue el 6 de junio de 2004, con París pintada de celeste y blanco. Hasta aquel día Gaudio, entonces 44° del mundo, había disputado el torneo de su vida. Era su momento para quedar en la historia. Sin ser preclasificado se abría camino mientras explotaba lo mejor de su repertorio.

«Ganar Roland Garros es el sueño de cualquier tenista. Es mucho tiempo, creo que ya lo pasé por alto, pero Roland Garros va a quedar para toda la vida y hasta para mis hijos. Soy feliz por haber logrado un sueño que tenés desde tan chico, cuando empezás a jugar y decís quiero ser número uno, ganar Roland Garros, ganar la Copa Davis. Cumplí uno de los tres y estoy contento con mi carrera», contó alguna vez Gaudio en una charla exclusiva con Página/12.

Coria y Gaudio tenían un historial repleto de discusiones, chicanas y tensión. Se odiaban. El primero, imbatible en polvo de ladrillo, estaba destinado a ganar Roland Garros. El Gato, por el contrario, rubricó su mejor versión en París: había atravesado las primeras rondas con cierta tensión y, en los dos choques previos a la final, había desfilado ante el ex número uno australiano Lleyton Hewitt y ante su compatriota David Nalbandian.

«Gastón ya venía mejorando pero no se veía demasiado hacia afuera. Nosotros lo veíamos. En los torneos previos ya había empezado a jugar bien. Llegó muy bien a Roland Garros. No era candidato ni mucho menos; no teníamos ni idea ni era nuestro objetivo ganar Roland Garros. Sí estaba claro que venía mucho mejor. Y de cabeza ni hablar», recordó, en diálogo con este medio, el psicólogo Pablo Pécora, quien formaba parte del equipo del ex número cinco del mundo.

¿En algún momento anticipó que Gaudio ganaría en París? «Yo no me di cuenta de que iba a ganar Roland Garros, pero el partido con Hewitt fue increíble. Al otro año fuimos con Gastón al museo y volvimos a ver ese partido. Fue un paseo, una clase de tenis. Ahí pensé: ‘Este tipo está jugando a otra cosa’. Si bien Hewitt era más duro en canchas rápidas, ese partido pareció de Interclubes. No es fácil ganar así: todo el partido fue igual», sostuvo.

«Resistir para ganar»

Fueron tres horas y media que lo tuvieron todo: suspenso, los calambres de Coria, jugadas de otro planeta, miedo, angustia y un quinto set para la posteridad. Con el país entero detrás: 50 puntos de rating para ver la final de las finales. Los dos match points de Coria, que no le dieron el trofeo por milímetros, reflejan lo que significa la delgada línea entre el triunfo y la derrota. Gaudio se consagró 0-6, 3-6, 6-4, 6-1 y 8-6 en un partido que cambiaría la vida de ambos para siempre.

«La final fue una batalla emocional, con todos los sube y baja posibles que tienen las emociones. La química de las emociones cambia en cuestión de segundos. Lo que ocurrió es que en este partido la química se modificó todo el tiempo: gana Coria, puede ganar Gaudio, pero ahora puede ganar Coria, pero gana Gaudio. Hubo muchísimos vaivenes que son emocionales, propios de las estrategias mentales de cada uno», revivió Pécora, que le escribía un correo electrónico todas las noches: Gaudio tenía el hábito de leer sus correos a la mañana y el especialista, pionero en la terapia para el tenis en la Argentina –se formó en Estados Unidos con Jim Loehr, quien incorporó la psicología en el tenis antes de la década del 90 y trabajó con gigantes como Navratilova, Lendl, Agassi, Seles o la propia Gabriela Sabatini–, se aseguraba de que el jugador hiciera la lectura por vía visual después procesarlo en una charla.

El instinto de supervivencia de Gaudio terminó por prevalecer en una lucha permanente de emociones. Su entereza, para Pécora, estuvo radicada en la capacidad para no pensar: «Creo que la estrategia de Gaudio fue resistir. Resistir mentalmente, resistir, resistir. Y cuando Coria no pudo cerrar sus dos match points se le abrió la puerta. No jugaba a ganar, sino a resistir jugando bien, a lo mejor que podía jugar. Resistir era quedarse en el partido, estar siempre en el partido. Puedo ganar o puedo perder, pero yo vivo en el partido, corro todos los puntos a muerte».

Encontrarse con la victoria

«Creo que Gastón no pensó jamás en todo lo que había en juego ni en la historia. Jugó punto por punto. Por eso lo ganó: no pensó en lo que iba a pasar ni se le fue la cabeza a otro lado. Se encuentra con la victoria, pero en verdad ese encuentro con la victoria está elaborado en la idea de resistir, luchar, batallar pase lo que pase. Por eso se encuentra, porque no la piensa antes», reflexiona Pécora.

Gaudio ganó, en definitiva, la batalla mental. Pero no sólo contra Coria, sino contra sí mismo. No pensó en el resultado. Se quedó en la cancha. Atornillado al presente. No cayó en imaginar nada raro, ni siquiera cuando su rival se acalambró y casi no podía moverse durante el cuarto set. Tenía una historia previa: el Mago le había ganado el año anterior en Hamburgo y lo había saludado mientras se acercaba rengueando a la red. Y el Gato aprendió de aquella experiencia: jamás miró al otro lado.

El psicólogo, que conocía bien a Coria, caracterizó la armadura de Gaudio: «La fortaleza es quedarse en la pelea. Gastón empezó la final muy mal porque tenía pánico, estaba aterrado; le quedaba grande porque no era nuestro objetivo ni lo habíamos planificado de esa manera. Es la realidad: superó nuestras expectativas. El mérito de Gastón fue haber jugado la final: con lo que tenía hizo lo mejor que pudo todo el tiempo, todos los puntos. Jugó sin pensar. Jugó».

Los milímetros que lo definen todo

Pécora, tiempo después del partido, le preguntó a Gaudio respecto de sus pensamientos durante los dos match points de Coria. Ambos puntos terminaron con la pelota afuera por escasos milímetros: una fue abierta y la otra se escapó larga. ¿Qué imaginó el jugador en esos vertiginosos instantes? 

«Gastón me dijo que llegaba cómodo a los dos; es decir, no eran winners ni mucho menos. Una la dejó salir por la derecha y la otra fue larga. El tipo estaba metido en todas las pelotas; eso tiene un mérito mental», sentenció. Gaudio dominó la ficción incluso al borde del abismo.

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