Las compañías norteamericanas de Inteligencia artificial apuestan a China

Nvidia, la empresa de alta tecnología norteamericana que canaliza el boom de la Inteligencia artificial (IA), valuada en U$S 3 billones, vendió a China el año pasado U$S 12.000 millones de los nuevos “chips” H20.

La característica de los H20 es que han sido diseñados para el mercado de la República Popular, con el objetivo explícito de evadir las restricciones impuestas por Washington a la venta de equipos IA a China, considerados de importancia estratégica crucial en la puja geopolítica entre las dos superpotencias.

Hay que agregar que las principales compañías chinas de IA – Huawei, Tencent, Alibaba, entre otras – cubrieron rápidamente la diferencia de potencia de los H800 y A800 producidos por Nvidia con sus propias innovaciones, en una carrera de competitividad en la que China apuesta a imponerse en el mediano y largo plazo (5 a 10 años).

La República Popular cuenta a favor con su gigantesco mercado interno de 1.400 millones de habitantes, encabezado por una clase media de 500 millones de personas con ingresos equiparables a los norteamericanos (U$S 35.000/U$S 45.000 anuales). Dispone también de un enorme y constante proceso de innovación provocado por la intensa competencia característica del proceso productivo chino, incentivado exponencialmente por el gobierno de Beijing.

Nvidia, en suma, está haciendo lo contrario del objetivo fijado por el gobierno de Biden, que quiere frenar –impedir– el flujo a China de los más potentes “chips” del mundo, que son los norteamericanos, porque teme, con razón, que Beijing los utilice para dominar la tecnología más avanzada de la IA, que es la clave de la 4° Revolución Industrial.

El resultado es que hay una situación de empate estructural entre la demanda de “chips” avanzados de la República Popular con la oferta estadounidense; ésto obliga a las firmas chinas a multiplicar su competitividad, esto es, su capacidad de innovación.

Las compañías chinas han descubierto, incentivadas por el gobierno de Beijing, que ésta es la única forma de enfrentar exitosamente a Microsoft, Facebook y Google en la carrera de productividad entre las grandes potencias. Se trata de una contienda sin final, continuamente reiniciada, que aumenta la productividad de la industria de semiconductores, tanto chinos como norteamericanos, y de esa manera beneficia al mundo.

Se puede medir numéricamente la diferencia de productividad/competitividad entre la industria de “chips” norteamericana y la de la República Popular en el momento actual: cada “chip” H20 cuesta U$S 12.000/U$S 13.000, lo que le otorga a Nvidia ganancias por más de U$S 12.000 millones anuales, que es una cifra superior a la totalidad de los ingresos de la industria china de semiconductores.

Esta distancia entre China y EE.UU se está abreviando vertiginosamente, ante todo por la exigencia de innovación impulsada deliberadamente por la República Popular.

Todo esto está a la vista. Aquí no hay nada oculto ni sujeto al espionaje internacional. La competencia entre las dos superpotencias en un mundo absolutamente integrado por la revolución de la técnica es un proceso transparente en el que todo está a la vista en Internet.

En el capitalismo, la competencia es más importante que el capital; y esto sucede desde la 1° Revolución Industrial (1780/1840).

Lo que ocurre hoy entre Nvidia, la administración Biden, y la industria de “chips” de la República Popular es una historia paradójica cargada de sentido.

Las ventas de Nvidia en China han caído a la mitad el último año (eran 22% del total, y ahora se han reducido a 9%), pero sus ingresos son más del doble de los que eran en 2023, lo que significa que aumentan 50% anual, o más.

Se puede asegurar que el intento del gobierno de Biden de imponer la hegemonía norteamericana en el dominio de la Inteligencia artificial es ya un fracaso estratégico de alcance global, en el doble sentido de que la República Popular ha logrado producir “chips” de última generación – Huawei Mate60 – capaces de competir y superar a los norteamericanos; y ésto es lo que sucede en el núcleo estratégico de la 4° Revolución Industrial.

Al mismo tiempo se acentúa la transnacionalización de la industria IA china, que se ha visto obligada a extender sus inversiones al resto de los países asiáticos, ante todo Malasia, Indonesia, y Vietnam, lo que acentúa su relevancia estratégica en la Región Asiática, que ya responde – incluyendo a India – por más de 50% del alza de la economía global.

China importa más de U$S 400.000 millones de “chips” por año; y es de lejos el principal mercado de semiconductores del mundo, de modo que si las transnacionales norteamericanas dejan de competir en él pierden más tarde o más temprano toda relevancia en el mercado mundial.

Este fenómeno era caracterizado por Marx como la “ironía de la historia”, lo que significa que en los procesos históricos es más importante muchas veces las consecuencias no queridas que las expresiones de la voluntad deliberada.

“No hay nada más alejado de los acontecimientos históricos que las intenciones de los protagonistas”, señaló ese gran pensador francés que fue Raymond Aron.

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