El fuego y las cenizas

Por Jorge Felippa

(Escritor y periodista)

¿Arderá esta ciudad colonizada? ¿Arderemos con ella aquellos que alguna vez ya la incendiamos? Los sobrevivientes de esa generación, en cuya memoria se atesora lo imposible, ya son tan pocos, que alcanza una plaza para reunirlos y terminar de una buena vez con sus cuentos y candorosas rebeldías.

¿Y será Justicia? Esa palabra acicalada en su palacio y asfixiante de trajes y corbatas, de señorías familiares que nos ajustician con sus sentencias farragosas, ya tendrá escritas las absoluciones pertinentes. Para ellos, los colonizadores que necesitaron dejar este desierto, esta amnesia colectiva que solo atina a caminar los días por un mendrugo y un umbral.

Hace cuatrocientos cincuenta y un años, nació esta ciudad por la aventura de un desobediente, de cuyos restos no se tiene siquiera un hueso ni un lugar para rezarle a su memoria. O para ir a contarle nuestras ya seniles y gloriosas derrotas. Es que no hay tiempo ni oídos para nada ni nadie que no tenga algo que vender. Por su cuenta y a su cuenta. Equilibristas entre dos torres gemelas. Miles de hinchas de sí mismos, arrodillados ante el altar de sus fortunas en plazas, parques y veredas. ¿Lobos solitarios o emprendedores? ¡Lleve los dos por el mismo precio!

¿Cuál es la gracia de tanta desgracia en la que casi nadie eleva su voz? ¿De qué sirven estas palabras si sólo amortiguan el insomnio? Privilegio de otro equilibrista, desocupado de tantos circos y malabares, tan insolvente como cuando salió a incendiar su adolescencia más o menos ilustrada, por esos diarios, revistas y libros que acumulan polvo y silencio en esos antiguos mobiliarios llamadas bibliotecas. Material altamente inflamable que aún perturba a ignotos funcionarios advenidos en custodios de nuevos mandatos, dizque “celestiales”.

De aquellas incursiones juveniles llega a mi memoria, atosigada de información inútil, aquel libro de Ray Bradbury, “Farenheit 451”. Bueno, muchachos, les ahorro esos minutos en Google. La Wikipedia informa que, fue publicada en 1953: hace 71 años. ¡Atención, copio! “Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel se enciende y arde. Guy Montag es un bombero y el trabajo de un bombero es quemar libros, que están prohibidos porque son causa de discordia y sufrimiento. El Sabueso Mecánico del Departamento de Incendios, armado con una letal inyección hipodérmica, escoltado por helicópteros, está preparado para rastrear a los disidentes que aún conservan y leen libros. Como 1984, de George Orwell, como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, Fahrenheit 451 describe una civilización occidental esclavizada por los medios, los tranquilizantes y el conformismo”. (Fin de la cita).

¿Nos ha llegado la hora de arder en nuestra propia “hoguera de vanidades” como escribió Tom Wolfe, otro gran escritor norteamericano? ¿Alguien dejará escrito su último lugar de reposo? ¿Quiénes recogerán esas cenizas y adónde las arrojarán? ¿Un ignoto barrendero municipal será el encargado de arrojarlas al basural más pestilente? ¿El Suquía se llevará todo vestigio de una memoria que quiso ser colectiva y hoy es un bosque arrasado por un tiempo de discordia?

En un país que se incendia de norte a sur, con nítidos y poderosos intereses empresariales, desde el gobierno y sus adláteres en redes y medios, no dejan de arrojar más nafta al fuego. Si no ¿cómo se nombran las amenazas, insultos y censura a los jóvenes artistas que traen con sus canciones y ritmos epocales, un aire que los enerva y desnuda en sus instintos más autoritarios y antidemocráticos?

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