REPORTAJE | Lemóniz: de la histórica protesta antinuclear al terror de ETA

La irrupción de ETA

Pero, junto al éxito de movilización, irrumpió pronto el terrorismo de ETA, que convirtió la central en un objetivo estratégico. Los gritos de «Gora ETA» que se escucharon en la manifestación de Bilbao, como apunta Raúl López Romo, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), además de reflejar la realidad del apoyo social con el que entonces contaba la banda, anticipaban un cambio en el desarrollo de los acontecimientos.

Alonso defiende que el movimiento antinuclear apostaba por «acciones directas pacíficas, en general no violentas y de desobediencia civil», como el caso de los impagos a la antigua compañía Iberduero, responsable entonces de la planta, y rechaza que existiese un apoyo a la intervención de los terroristas, pero reconoce que en algunas de las movilizaciones se gritaban ya consignas que apelaban a la banda, como «ETA, Lemóniz, goma 2» y que cuando comenzaron los atentados no se expresó «ninguna crítica».  

López Romo, que ha plasmado la historia de la planta en el libro ‘Euskadi en duelo: la central nuclear de Lemóniz como símbolo de la transición vasca‘ (Fundación Caja Vital, 2012), abunda en ese sentido, especialmente, cuando a partir de 1977 los Comités Antinucleares, con mayor «presencia del entorno de ETA y la izquierda abertzale», toman el relevo de la iniciativa en la protesta. A lo largo de los siguientes años, en las movilizaciones anti Lemóniz se visualizarán «muchos gestos de cercanía o de simpatía hacia los miembros de ETA que atacan las obras de la central», en contraste con «la frialdad hacia las víctimas de los atentados».

De los asesinatos a la paralización

El primer atentado contra la central se produjo sólo unos meses después de la marcha de Bilbao, en diciembre de 1977. Fue un ataque contra un puesto de la Guardia Civil que vigilaba las obras y que no causó víctimas, aunque un terrorista resultó herido y murió días después.

Acceso a la central nuclear abandonada de Lemóniz. A.R.

En marzo de 1978, en plena escalada de la violencia, una bomba en las instalaciones mató a dos trabajadores, Andrés Guerra y Alberto Negro. Y un año después, en 1979, otro explosivo colocado en el recinto acabó con la vida de un tercer empleado, Ángel Baños. A la vez, ETA sostenía la presión con innumerables ataques a intereses de Iberduero. Subestaciones eléctricas, oficinas o torres de alta tensión fueron objetivos constantes. «Hubo hasta 300 atentados«, cifra López Romo.

En 1979, un guardia civil mató de un disparo a la activista Gladys del Estal durante una protesta antinuclear en la localidad navarra de Tudela, donde los planes del franquismo habían previsto ubicar otra central, añadiendo más tensión a la convulsa coyuntura de la Transición y el debate sobre las plantas nucleares.

Durante la campaña de ETA, perdieron la vida, posteriormente, otros tres terroristas, al estallarles accidentalmente los explosivos que preparaban en dos episodios distintos ocurridos en Navarra en 1981 y 1982.

Pese a los atentados, las obras siguieron adelante. Pero entonces, ETA decidió ir más allá y recrudecer su campaña. «A partir de ese momento se produce un salto cualitativo, si se puede decir así, porque se pasa de lo que para de ETA habían sido víctimas ‘colaterales’, porque no habían sido asesinatos explícitamente buscados, al secuestro y asesinato del ingeniero jefe de Lemóniz, José María Ryan«, recuerda López Romo. Efectivamente, en enero de 1981 terroristas de la banda interceptan a Ryan cuando salía de la central y amenazan con matarlo si en el plazo de una semana no se derriba la planta. El chantaje despertó una gran movilización social, pero ETA cumplió su amenaza y, ocho días después, el cuerpo del ingeniero apareció en un camino forestal, maniatado y con un tiro en la cabeza.

Una marcha en 1981 pide en Bilbao la liberación de José María Ryan. EFE

Fueron los años más duros del terrorismo de ETA. Si desde la muerte de Franco hasta 1977 la banda había matado a una treintena de personas, en 1978 asesinó a 65, en 1979 a 86 y en 1980 a 93.

López Romo inscribe la decisión de ETA dentro de una estrategia para intentar demostrar que «la combinación de formas de lucha, el movimiento de masas y lucha armada» podía forzar los cambios que propugnaba.

Aunque el crimen de Ryan y el envío de cartas de amenaza a los técnicos de Lemóniz consiguió forzar la paralización del proyecto, el traspaso de la gestión al nuevo Gobierno vasco y el apoyo de los partidos de centroderecha y derecha (PNV, UCD y AP) volvió a relanzarlo. Hasta que ETA asestó el último golpe a la planta acribillando a balazos el 5 de mayo de 1982 en Bilbao a Ángel Pascual, el ingeniero que había relevado a Ryan. Entonces, el plan descarriló definitivamente. Lemóniz entró en vía muerta, y la llegada al poder en 1982 del PSOE, cuyo programa electoral recogía la propuesta de moratoria nuclear, escribió su epitafio.

Íñigo Pascual, testimonio de las víctimas

Fueron veinticinco los disparos que los terroristas descerrajaron aquel día contra Pascual, cuando conducía su coche para acercar a su hijo Íñigo, que entonces tenía 17 años, hasta la parada del autobús que le llevaba al colegio. Los etarras cerraron el paso de su vehículo y tirotearon al ingeniero tras bloquear también a sus escoltas.

El caso de Ángel Pascual, cuyo asesinato sigue hoy impune, simboliza el de muchas víctimas de ETA. Es otro de los más de 300 crímenes de la banda sin resolver.

Íñigo, que resultó herido en un brazo, también pudo haber muerto aquel día. «Lo que la Policía me dijo es que por los ángulos que barrieron las balas solo había un hueco estrechísimo en el que podía haberme salvado», corrobora ahora. Y sigue recordando el asesinato «casi a diario». A su memoria regresan las imágenes del atentado y cómo intentó proteger a su padre de las balas interponiendo su carpeta.

También evoca cómo, antes del día atentado, su padre le mostró, sin que lo vieran su madre y sus tres hermanas, la tercera y última carta en la que ETA le amenazaba de muerte. «Me preguntó qué pensaba yo. Y yo le dije que creía que tenía que dejarlo. Pero él me dijo estas palabras: ‘No lo voy a dejar porque creo firmemente en lo que hago y me ha costado mucho llegar hasta aquí'», rememora, subrayando los orígenes humildes de su familia.

Más Noticias

Noticias
Relacionadas

Militares de Cerro Muriano participan en la Función de los soldados de Pedroche

El Ayuntamiento de Pedroche ha llevado a cabo este...

El Gobierno eliminó el recargo del 30% para compras en plataformas de juegos online

El Gobierno informó este miércoles 16 de abril...