Tras destruir la salud pública, el kirchnerismo usa a los niños para hacer política

En las últimas semanas, el Hospital Garrahan, emblema de la salud pediátrica en Argentina, volvió a estar en el centro de la escena, principalmente por el uso político que la oposición le comenzó a dar.

Se dieron protestas de médicos y trabajadores por los bajos salarios y las condiciones laborales, problemas causados por el anterior gobierno kirchnerista, que dejó al país al borde de una hiperinflación y destruyó el salario de todos los argentinos, incluidos los médicos.

Ante estas protestas, sectores opositores al Gobierno de Javier Milei intentan aprovechar esta situación para responsabilizar al presidente argentino por algo que no tiene culpa.

Sin embargo, la realidad es más compleja y profunda, con un conflicto que tiene raíces históricas y una carga política que viene desde hace décadas, especialmente vinculada a la gestión kirchnerista.

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Un problema histórico

Para entender la crisis actual, es necesario retroceder en el tiempo. Desde 2006, campañas como la de recolección de tapitas de plástico se hicieron populares para ayudar al hospital. Esa acción solidaria, que nació para solventar necesidades de financiamiento, ya reflejaba una situación crítica que no fue resuelta por los gobiernos que se sucedieron.

Durante las gestiones de Cristina Fernández de Kirchner y luego de Alberto Fernández, el personal médico del Garrahan protagonizó múltiples reclamos por mejoras salariales y laborales. Sin embargo, en ese período, los gremios que representan a los trabajadores, muchos de ellos con fuertes vínculos con el kirchnerismo, se mostraron más dóciles ante el poder político.

Aceptaban aumentos en cuotas y por debajo de la inflación, sin convocar a movilizaciones masivas, dejando a los médicos solos ante un sistema que los precarizaba silenciosamente bajo la complicidad de los gremios.

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El contraste con lo que ocurre hoy es notorio. Esos mismos gremios que antes callaban frente a la destrucción de la salud, ahora se oponen a aumentos de más del 60%, un porcentaje superior a lo que reclamaron en un primer momento, y exigen cifras que lo único que representan es una estrategia de presión política.

En lugar de construir soluciones, muchos sectores gremiales parecen más interesados en desgastar al nuevo gobierno que busca defender genuinamente a los trabajadores del hospital, tras décadas de populismo kirchnerista que lo destruyó.

A esto se suma otro problema fundamental, que involucra a la estructura del personal en el Garrahan, consecuencia de años de designaciones vinculadas al kirchnerismo.

La incorporación masiva de personal administrativo y políticosin tareas claras, es decir, los «ñoquis«, ha desviado una parte significativa del presupuesto. En ese contexto, los recursos que deberían destinarse a los médicos y a los insumos terminan financiando una red clientelar que el Gobierno de Milei está intentando terminar.

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