Cuando pensamos en una banana lista para comer, solemos imaginarla amarilla, dulce y con manchas. Sin embargo, la banana más verde, menos madura y con un sabor más neutro, esconde un potente beneficio para tu salud intestinal: es rica en almidón resistente, una forma de carbohidrato que no se digiere en el intestino delgado, sino que llega al colon intacto, donde actúa como alimento para las bacterias buenas.
Este almidón funciona como un prebiótico natural: en lugar de alimentar a nuestro cuerpo directamente, nutre a la microbiota, especialmente a aquellas bacterias que producen ácidos grasos de cadena corta, como el butirato, asociado a la reducción de inflamación intestinal y al fortalecimiento de la barrera mucosa del colon.
¿Por qué elegirla «un poco» más verde?
- Tiene menos azúcar que la banana madura.
- Ofrece mayor saciedad, ayudando a controlar el apetito.
- Favorece el crecimiento de bacterias beneficiosas, como Bifidobacterium y Lactobacillus.
- Puede mejorar la sensibilidad a la insulina en algunas personas.
- Contribuye al tránsito intestinal saludable.
¿Cómo incorporarla?
Podés comerla cruda si tolerás su textura más firme, o bien hervida, cocida al vapor o en preparaciones como purés, batidos o panificados integrales. Algunos también la rallan y la agregan a masas o panqueques. En varios países tropicales, la banana verde (o plátano macho) es base de la alimentación diaria.
En resumen, si bien la banana madura tiene sus propias virtudes, comerla un poco más verde puede ser una estrategia simple y natural para cuidar tu salud digestiva desde adentro. Lo que importa no es solo lo que comemos, sino también a quién estamos alimentando dentro nuestro.