Las babosas marinas absorben parte del cuerpo de sus presas para capturar sus capacidades

La babosa marins Elysia crispata obtiene su energía comiendo algas, pero no solo por una cuestión alimenticia: el intestino de la babosa separa los orgánulos fotosintetizadores de las algas, denominados cloroplastos, y los utiliza en su parte posterior como pequeños paneles solares, aprovechando la energía de la luz solar de la misma forma que lo hacen las algas.

Las babosas marinas del género Elysia, como por ejemplo específicamente Elysia crispata, han sorprendido a los biólogos de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, al demostrar que no se alimentan únicamente de algas para nutrirse, sino que además aprovechan partes de las células de sus presas para convertir la luz solar en energía, de manera parecida a las algas y las plantas terrestres. 

Este extraño fenómeno, conocido como cleptoplastia, consiste en que la babosa extrae y conserva los cloroplastos, que son los orgánulos fotosintetizadores de las algas, para seguir capturando luz y produciendo energía durante meses, mucho más allá de lo esperado en una especie de su tipo, según una nota de prensa.

El mecanismo utilizado por las babosas marinas

El proceso comienza cuando la babosa marina perfora la pared celular del alga con su rádula, una especie de “lengua” dentada especializada, y succiona el contenido celular. De ese cóctel biológico, la babosa selecciona únicamente los cloroplastos y los transporta a su propia célula, ubicándolos en compartimentos especializados. Estos orgánulos pueden mantenerse funcionales entre seis y nueve meses, un tiempo durante el cual la babosa obtiene una porción significativa de su energía de la fotosíntesis, complementando así su dieta habitual.

Hasta el momento se desconocía cómo un animal podía preservar cloroplastos fuera de su contexto original, ya que carecen del núcleo y la maquinaria genética del alga que produce las enzimas fotosintéticas. El estudio publicado en la revista Cell reveló la existencia de un orgánulo hasta ahora desconocido en animales, al que han denominado kleptosoma. 

Esta estructura es un compartimento rodeado de una membrana en el citoplasma de la babosa, que aísla y estabiliza los cloroplastos «robados». En su interior, canales iónicos sensibles al ATP regulan las condiciones óptimas para que los cloroplastos sigan realizando la fotosíntesis en el cuerpo de la babosa marina.

Reserva de nutrientes

Al mismo tiempo, el kleptosoma cumple una segunda función crucial: actúa como reserva interna de nutrientes durante períodos de escasez alimentaria. Cuando la babosa entra en ayuno prolongado, los kleptosomas digieren parcial o totalmente los cloroplastos, liberando sus compuestos para sustentar al animal. Este cambio funcional va acompañado de una transformación visual: la babosa pasa de un verde brillante a tonos naranjas.

Referencia

A host organelle integrates stolen chloroplasts for animal photosynthesis. Corey A.H. Allard et al. Cell (2025). DOI:https://doi.org/10.1016/j.cell.2025.06.003

Los hallazgos también aportan una nueva visión sobre la evolución de las células eucariotas, en el inicio de la vida compleja en nuestro planeta. El kleptosoma se asemeja a una forma transitoria de endosimbiosis, similar al proceso que dio origen hace millones de años a los cloroplastos y mitocondrias en las células de plantas y animales. 

Además, algunos indicios sugieren que otros organismos marinos, como corales y anémonas, podrían emplear estrategias similares para alojar algas simbióticas, un dato que abre nuevas líneas de investigación sobre cómo los animales aprovechan funciones celulares ajenas para adaptarse a entornos cambiantes y exigentes.

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