En qué momento hemos naturalizado el canibalismo?

Opinión

Fraternidad religiosa. ¿En qué momento hemos naturalizado el canibalismo?

Esta expresión, del jesuita español Genaro Ávila S.J., nos recuerda que ciertamente donde dos o tres se juntan, hay diversidad y puede haber conflicto.

08 de julio de 2025, 00:01

No usemos las palabras para combatir, aplastar, humillar, ofender. (Imagen ilustrativa / Web)

Esta expresión fuerte se la robo al jesuita español Genaro Ávila S.J. que nos recuerda que ciertamente donde dos o tres se juntan, hay diversidad y puede haber conflicto. Pero, no hay que temer al conflicto ni a las diferencias. Hay que temer en cambio a no ser capaces de mirar a los ojos a los demás y no reconocer en ellos la dignidad de la persona. No caigamos en la tentación de la ley del hielo, ni en la tentación de levantar muros que nos aíslen de los que no coinciden con nosotros. No caigamos en la tentación de la maledicencia, de la murmuración y del canibalismo.

¿En qué momento hemos naturalizado el canibalismo? ¿En qué momento la costumbre de hablar mal de los demás se ha hecho más fuerte que el mandamiento del amor que tiene su primera manifestación en el respeto?

Lo digo y lo sostengo: hablar mal del prójimo, sea quien sea y aunque lo que diga sea verdad, es comer carne humana. La maledicencia es el pecado de los cobardes; de aquellos que no tienen el valor moral suficiente, ni la caridad necesaria para hacer a los hermanos una corrección fraterna y frontal, como nos lo pide el Evangelio (Mt 18, 15-17). La maledicencia es la consolación de los mediocres. Es signo de insatisfacción, de disgusto de sí mismo, proyectado sobre los otros.

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No usemos las palabras para combatir, aplastar, humillar, ofender. Por el contrario, nos sirvamos de ellas para animar, curar heridas, deshacer el hielo que aprisiona a tantas existencias, para buscar un sendero de acceso a soledades desesperadas, desclavar puertas cerradas, echar una mano a alguien que ya no puede más.

Hay que volver a usar palabras de ánimo, sabiendo que animar significa dar vida a las personas, devolver el aliento y esperanza a quien está desanimado. Henry Nouwen decía que “una palabra buena hace bueno incluso a los malos, y una palabra mala hace malo incluso a los buenos”

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Ojalá que antes de hablar la próxima vez, nos detengamos un momento para examinarnos y, si hemos comido carne humana hablando mal del hermano, que tengamos el valor de arrepentirnos y pedir perdón.

* Arzobispo de Córdoba, miembro del Comité interreligioso por la Paz (Comipaz)

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