François Dubet y el mapa de nuestra cotidiana irratibilidad

Por Pedro Solans

Desde Alain Touraine, o desde la manera que explicó, lo llamado populismo, Ernesto Laclau, no había un lúcido ensayo sobre un tema en línea, o sea, mientras está ocurriendo el fenómeno, como  “La época de las pasiones tristes”, del sociólogo francés François Dubet.

Lo conocí gracias a los jóvenes sociólogos cordobeses «Palta» Peralta y María Inés Solans, quien al final me acercó el ejemplar y desde ese momento no dejé de leerlo un solo día. No salía de mi asombro, preguntándome, que observación aguda de un intelectual sobre lo que nos está pasando ahora, qué escritor reflejando lo de hoy. Descripción y reflexión, reflexión y descripción, así Dubet ofrece un diagnóstico implacable de la sociedad contemporánea. Para él, el problema ya no es solo la desigualdad, sino la forma individual y corrosiva en que la experimentamos.

Son tiempos extraños, y lo vivimos con una sensación de agravio, frustración y resentimiento que flota en el aire de las democracias occidentales, alimentando la polarización y el auge de los populismos.

¿De dónde nace este malestar generalizado si, en teoría, vivimos en sociedades que pregonan la igualdad de oportunidades como un mantra sagrado impreso en «Constituciones bíblicas»?

Dubet, en su obra nos ofrece un mapa preciso y a la vez desolador para caminar por estas arenas movedizas y navegar por estas aguas turbulentas.

La tesis central de Dubet es tan brillante como perturbadora. Sostiene que hemos pasado de un modelo de “sociedad de clases”, donde la desigualdad era una experiencia colectiva y el conflicto era vertical (trabajadores contra patrones), a un modelo de “sociedad de individuos”, donde las desigualdades se perciben como una suma de injusticias personales. El “enemigo” ya no es una clase social clara y definida, sino una entidad difusa: el sistema, los políticos, o peor aún, el vecino que parece tener un poco más de suerte que nosotros.

Es en este nuevo marco donde surgen lo que Dubet, tomando el concepto del filósofo Neerlandés Baruch Spinoza, denomina las “pasiones tristes”. Al no poder canalizar la frustración en un proyecto colectivo de cambio, la energía social se transforma en sentimientos corrosivos: el resentimiento hacia quienes percibimos como competidores, la humillación por no alcanzar el éxito prometido, el miedo a descender en la escala social y la desconfianza generalizada. Son pasiones “tristes” porque nos aíslan, nos enfrentan unos con otros y nos restan poder de acción política transformadora. En lugar de luchar juntos contra el sistema, desconfiamos del inmigrante, del que recibe una ayuda social o del funcionario público.

Dubet identifica con una agudeza notable la paradoja cruel de nuestro tiempo: la ideología de la meritocracia, que promete que cualquiera puede triunfar con esfuerzo, se convierte en una fuente de sufrimiento. Si el éxito es una responsabilidad puramente individual, el fracaso también lo es. Ya no es culpa de una estructura social injusta, sino de una falla personal. Esta carga hace que la experiencia de la desigualdad sea hoy más dolorosa y solitaria que nunca.

La gran fortaleza del ensayo de Dubet es su extraordinaria capacidad de diagnóstico. Con una prosa clara y accesible, alejada de la jerga académica, pone nombre a un sentimiento que todos, en mayor o menor medida, hemos percibido. Nos ayuda a entender por qué el descontento ya no se articula necesariamente en huelgas o sindicatos, sino en estallidos de cólera en redes sociales, en votos de castigo y en la búsqueda de chivos expiatorios.

Si se le puede plantear una objeción al texto, es que es mucho más potente en su análisis que en sus soluciones. Dubet describe el laberinto con una precisión magistral, pero ofrece pocas pistas sobre cómo encontrar la salida. Nos deja con la sensación incómoda de que el reconocimiento de estas pasiones trístes es apenas el primer paso, y que la reconstrucción de un «nosotros» capaz de transformar esa tristeza en un proyecto de esperanza es la tarea más monumental de nuestra generación.

En definitiva, “La época de las pasiones tristes” es un libro esencial, una herramienta intelectual de primer orden para cualquiera que intente comprender las corrientes subterráneas que moldean nuestro presente. No es una lectura optimista, pero sí profundamente iluminadora. Nos obliga a mirarnos en un espejo incómodo y a preguntarnos si seremos capaces de convertir nuestras tristezas individuales en una fuerza colectiva y alegre.

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