Los aranceles de Trump fortalecen a Lula frente a la presión de los partidarios de Bolsonaro

Donald Trump quiso arrodillar a Luiz Inacio Lula da Silva al anunciar la imposición de aranceles del 50% a las exportaciones brasileñas. «No será un gringo el que le dé órdenes«, advirtió Lula. El multimillonario republicano se ha convertido en los hechos en un inesperado benefactor. Su ofensiva comercial, calificada de «chantaje» y «extorsión» por medios de prensa de insospechado lulismo, no hizo más que fortalecer al líder del Partido de los Trabajadores (PT). Trump quiso acudir en ayuda de su aliado ideológico Jair Bolsonaro y no hizo más que complicar su situación política y judicial. El Gobierno ha encontrado una narrativa frente a Washington que en un punto se emparenta con lo ocurrido en Canadá.

Lula tenía bastantes problemas internos antes del 9 de julio: de un lado, la inflación, por el otro, las dificultades para mantener el equilibrio de una coalición variopinta que también incluye a sectores de derecha antibolsonaristas. De repente irrumpió Trump en el cielo brasileño y provocó un reacomodamiento. «Fue elegido presidente, no emperador del mundo», dijo el exsindicalista y, si bien confió en encontrar una vía de negociación, recordó que su país cuenta con instrumentos legales para defenderse a partir de la llamada Ley de Reciprocidad. También presentará recursos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC). Los llamamientos a la conciliación vienen de la mano de una consigna afirmativa y nacionalista: «Brasil soberano».

Una vez más, Lula calificó de «falsos» los argumentos de la Casa Blanca para aplicar un gravamen que es considerado en los hechos una sanción. Trump dijo que la balanza comercial de Estados Unidos es deficitaria con Brasil. Sucede lo contrario desde hace 15 años. El superávit norteamericano es de 410.000 millones de dólares. «Parece que ni siquiera lo sabía».

Preocupación empresarial

Todos los caminos de la andanada de Trump conducen a Bolsonaro pero, en el medio, empieza a provocar pánico en los sectores económicos que en otro momento podrían haber apoyado al excapitán del Ejército y ahora temen lo peor. El mercado de Estados Unidos es el mayor destino de las exportaciones de Sao Paulo, el principal distrito productivo, económico y electoral de Brasil.

Allí gobierna Tarcisio Gomes da Freitas, quien aspira a convertirse en candidato a presidente en las elecciones de 2026 en nombre de la ultraderecha. Gomes da Freitas ya escuchó reclamos airados del mundo empresarial. Lo mismo ocurre con la industria cafetera, que exporta el 30% del producto a EEUU, y el poderoso sector agroindustrial. Los analistas comienzan a advertir que podrían pagar un precio muy alto de no separarse explícitamente de Bolsonaro. «Provoca espanto al poner en riesgo millones de empleos en Brasil para defender aliados ideológicos», dijo el Jornal Nacional, el telediario más visto en el gigante sudamericano.

La paradoja trumpista

A mayor apoyo de Trump, más se complica el expresidente y amigo. El 9 de julio, el magnate cuestionó el proceso judicial contra Bolsonaro por haber liderado un intento de golpe de Estado contra Lula, el 8 de enero de 2023. La fiscalía recordó la solicitud de duras sanciones contra el ultraderechista y su entorno de conspiradores. El pasado jueves, Trump hizo pública una carta en favor de Bolsonaro. «¡Este juicio debe terminar inmediatamente! No me sorprende verte liderando las encuestas; has sido un líder muy respetado y fuerte, que ha servido bien a tu país», dijo Trump a través de la red Truth Social. «Es mi sincero deseo que el Gobierno de Brasil cambie de rumbo, deje de atacar a los opositores políticos y ponga fin a este ridículo régimen de censura. Estaré observando de cerca».

Otra vez, el efecto de esas palabras fue el contrario al seguramente pensado. «La injerencia del presidente Donald Trump en la política brasileña alcanzó un paradójico paroxismo este viernes, con la imposición de medidas cautelares contra su aliado Jair Bolsonaro, ahora obligado a llevar una tobillera electrónica, pasar las noches en su casa y abandonar las redes sociales», señaló Igor Gielow, columnista del diario ‘Folha’ de San Pablo. Alexandre de Moraes, el juez del Tribunal Supremo Federal (STF) que está al frente del proceso y es considerado un demonio por la ultraderecha, también se ha visto obligado a dar un paso al frente ante «un escenario sin precedentes en cuanto a la importancia de un presidente estadounidense en la vida política local».

Para el diario ‘Estado’, el STF «se convierte en una nueva trinchera contra Trump». En este nuevo contexto, dijo el diario carioca ‘O Globo’, De Moraes onsidera los actos de Bolsonaro como una «confesión» de sus delitos y un intento de someter al Tribunal Supremo Federal a los Estados Unidos. Trump contraatacó en la noche del viernes y prohibió la entrada del juez a ese país.

Un aliado del excapitán aseguró a la publicación carioca que Trump sugirió a Bolsonaro asilarse en la embajada norteamericana con la protección de Interpol. En las últimas horas, la Policía Federal (PF) volvió a registrar el inmueble del expresidente en Brasilia. Además de incautar unos 20.000 dólares encontró un pendrive escondido en el baño. Bolsonaro no solo calificó de «humillante» el uso de la tobillera sino la prohibición de merodear las embajadas. «La sospecha es exagerada. Soy expresidente de la República, tengo 70 años».

Encuesta elocuente

Lula aprovecha esta circunstancia para invocar la figura de «traición a la patria». El bolsonarismo, dijo, «apuesta a cuanto peor, mejor. No les importa la economía del país ni el daño causado a nuestro pueblo». El nombre del padre y del hijo están en el candelero, porque Eduardo Bolsonaro se ha instalado en Estados Unidos con el objetivo de escapar de una posible condena judicial y funcionar como lobista principal de los intereses familiares.

Pese a las afirmaciones de Trump, su aliado no encabeza las preferencias electorales con vistas a 2026. Bolsonaro no puede participar porque pesa una prohibición hasta 2030 por haber denigrado el sistema electoral. Un reciente sondeo de Genial/Quaest da cuenta de que, en un segundo turno dentro de dos años, Lula (PT) le saca cuatro puntos a Tarcísio de Freitas, el posible heredero del bolsonarismo. Si compitiera con el exmandatario, le ganaría por una diferencia de seis puntos.

La derecha no quiere descuidar por completo el frente interno ni depender de los arrebatos de Trump. Acaba de imponer su mayoría en el Congreso para desarmar parte de la legislación ambiental que Brasil edificó con el cambio de siglo. Fue un golpe dirigido directamente a Lula y su voluntad de cerrar este año el acuerdo entre Mercosur y la UE. La cuestión ecológica es la que esgrimen los opositores en Europa a la creación de una gran zona de libre comercio.

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