La UE y EEUU chocan en la interpretación del acuerdo sobre los aranceles antes de cerrarlo

Han pasado apenas cuarenta y ocho horas y la Unión Europea y Estados Unidos parecen tener interpretaciones distintas de lo que los presidentes Donald Trump y Ursula von der Leyen pactaron el pasado domingo para poner fin a la guerra comercial, cuando el acuerdo aún no se ha materializado formalmente. 

El acuerdo comercial entre la UE y EEUU todavía no se ha formalizado. Los detalles están aún por desgranar. Algunos flecos siguen pendientes de negociar. Pero las comunicaciones emitidas por la Comisión Europea y la Casa Blanca en los últimos días cuentan una historia muy distinta en algunas de las áreas fundamentales. 

El pasado domingo, von der Leyen y Trump se reunieron en Escocia. Tras una breve negociación, ambos anunciaron que habían logrado un acuerdo. Las exportaciones europeas se verían sometidas a unos aranceles del 15%, la UE se comprometía a miles de millones de euros en compras e inversiones estratégicas en Estados Unidos y, a cambio, evitaba una guerra comercial abierta. 

Las críticas no tardaron en llegar. El pacto es percibido por algunos países como “desequilibrado” o poco “sostenible” en el tiempo. Para algunos es una capitulación. Pero el texto debe cerrarse aún y traducirse después en decisiones legales. Con el 1 de agosto, la fecha límite, a la vuelta de la esquina, la incertidumbre se mantiene.

Aranceles

El acuerdo establece una tasa máxima del 15% sobre las exportaciones europeas, mientras que buena parte de los productos made in USA llegarán a Europa sin aranceles. Pero una de las cuestiones pendientes era cómo afecta el pacto a las investigaciones que la Casa Blanca mantiene en curso sobre los productos farmacéuticos y los microchips. 

Estados Unidos, en su documento, anuncia que someterá a los medicamentos europeos a ese 15%, mientras que fuentes comunitarias habían asegurado que estos productos seguirán disfrutando de un 0% mientras se cerraba la investigación. “Este viernes no habrá aranceles sobre los productos farmacéuticos”, aseguró una alta fuente comunitaria. 

Algo parecido ha pasado con el acero y el aluminio. La UE asegura que negociarán con EEUU cuotas que estén sometidas a unos aranceles inferiores al 50% que impone Washington a las importaciones. Mientras, la Casa Blanca asegura que esa tasa no se cambia. 

Compras estratégicas

Otro de los puntos de fricción son las compras estratégicas. En el acuerdo del pasado domingo, la Comisión se comprometió a gastar 700.000 millones de euros en productos energéticos estadounidenses. El objetivo es comprar el gas y el petróleo a Estados Unidos que Europa compraba antes a Rusia. 

En la práctica, la UE no realiza esas compras ni es el gobierno de EEUU quien vende, son empresas. Bruselas solo puede fomentarlas o agregar la demanda. No lo ve como una obligación sino como una intención. Además, según una portavoz de la Comisión, la cifra incluye adquisición de tecnología e inversiones. 

Lo mismo ocurre con la promesa de una inversión de 600.000 millones. Bruselas basa ese compromiso en una estimación de las potenciales inversiones privadas, pero no será dinero público. La discrepancia es todavía mayor en el ámbito militar. La Casa Blanca asegura que la UE “acordó adquirir cantidades significativas de equipamiento militar estadounidense”. La Comisión asegura que esas son las expectativas de Trump, no un pacto. 

Autonomía regulatoria

Tal vez por lo único que Bruselas ha sacado pecho desde el domingo es porque ha puesto la línea roja en tocar la legislación europea. Sin embargo, el comunicado de la Casa Blanca da a entender que la UE estaría dispuesta a revisar las normas en materia digital y cuestiones fitosanitarias. 

El portavoz de comercio de la Comisión, Olof Gill, ha sido tajante en esto. “No vamos a cambiar nuestra regulación. No vamos a cambiar nuestras normas. No vamos a cambiar el sistema que hemos construido a lo largo de muchas décadas y en el que confían nuestros ciudadanos”, aseguró, insistiendo en que esto no forma parte del acuerdo con Estados Unidos. 

Blanco sobre negro

En los próximos días, las partes deberían finalizar el acuerdo escrito en el que expondrán los detalles finales. Será en forma de un comunicado. “Esa declaración conjunta no es un documento jurídicamente vinculante, sino más bien una hoja de ruta. Es un compromiso político”, ha dicho Gill en rueda de prensa, que después se deberá traducir en decisiones legales.

La Comisión espera que ese texto pueda devolver cierta estabilidad a los productores europeos, y también a los consumidores. “Y a partir de ahí, buscaremos otras áreas en las que podamos reducir los aranceles y otras áreas de cooperación”, ha insistido el portavoz.

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