Aunque en sus créditos aparezca Darren Star como creador, ‘Sexo en Nueva York es más bien responsabilidad de Michael Patrick King, el guionista y productor que recondujo aquel manual práctico para el mundo de las citas hacia algo centrado en las relaciones (de muchas clases) a largo plazo y con espacio para la enfermedad y la muerte. Su pionera ‘dramedia’ de media hora podía tender al bajón, como en sus últimos (esta vez) 46 minutos, segunda parte del díptico ‘Una americana en París’.
La viajera del título del episodio es, recordemos, la columnista Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker), que lo dejó todo por amor y ahora está triste en otra gran ciudad. Su novio ruso artista, Aleksandr Petrovsky (Mijaíl Barýshnikov), solo vive para su próxima exposición. Por eso deja tirada a Carrie en una situación relativamente incómoda: compartiendo almuerzo con la ex de su pareja, que al menos está interpretada por Carole Bouquet. «No existe nada más que el arte, ¿verdad?», le advierte Juliet Bellajoux (encantador nombre, sí) a nuestra heroína.
Por otro lado, la quimioterapia está dejando a la diosa sexual Samantha (Kim Cattrall) sin espíritu para maniobras sensuales en la oscuridad. «¿No vamos a hablar nunca de que no hemos hecho el amor en mucho tiempo?», le pregunta Smith Jerrod (Jason Lewis) en el cambiador de una peluquería. «Bueno, yo no tengo ningunas ganas de sexo, tú te marchas a otro rodaje, ¿de qué vale discutir eso ahora mismo?», contesta ella. Todo lo que puede ir mal a las chicas… va peor. La sensata abogada Miranda (Cynthia Nixon) ha de ocuparse de la madre de Steve (David Eigenberg), encarnada por la gran Anne Meara, después de que esta sufra un pequeño derrame cerebral. Y la idealista Charlotte (Kristin Davis) ha de aceptar que la pareja que debía darle su primer bebé cambie de opinión.
Los puntos de luz
Incluso entonces, Charlotte es pura luz: «Cálmate. No era nuestro bebé. Nuestro bebé está por llegar», le dice a su marido Harry (Evan Handler) cuando lo descubre escribiendo un ‘e-mail’ furioso a su abogada. Conforme avanza la acción del episodio y se acerca nuestro (aparente) último adiós a la pandilla, el tono cambia ligeramente. Carrie se encuentra con su amor de ida y vuelta Mr. Big (Chris Noth) y ha de pararle los pies para que no zurre a Petrovsky por lo que ha sido un bofetón accidental. Poco después, John le dedica cinco palabras ansiadas por ella desde hace seis años: «Carrie, tú eres la única».
Al final del capítulo, la ensayista sentimental hace cómputo de la serie enumerando tipos de relaciones mientras en pantalla se nos muestran ejemplos de cada una: “Hay relaciones que te abren puertas a cosas nuevas y exóticas. Otras, viejas y familiares. Relaciones que te hacen preguntarte muchas cosas. Relaciones que te llevan a cosas inesperadas», redunda un poco. «Pero la relación más emocionante, difícil y significativa de todas es la que tienes contigo misma«, apunta.
Una posible traición
Si ‘Sexo en Nueva York’ hubiera acabado con la línea anterior, habría sido plenamente coherente con lo que propuso en un principio: un por entonces raro retrato televisivo de mujeres que no se definen por la red de hombres a su alrededor, sino por ellas mismas o su círculo de amigas; que no aspiran a ser las mejores personas ni (no todas, al menos) casarse cuanto antes. Pero en realidad, aquella línea se completaba con otra: «Y si encuentras a alguien que te quiera por ti misma, bueno, eso es fabuloso«.
Aquello soliviantó a muchas y muchos fieles de la serie. La última imagen de la serie no era de Carrie con sus chicas, sino de Carrie contestando a Mr. Big al teléfono a la vuelta de comprarse sus enésimos Manolos. Todo el grupo acababa con pareja estable; Carrie, con el que había sido su amor más inestable, mala elección según gran parte del público. ¿El hombre que había puesto los cuernos a su segunda esposa, Natasha (Bridget Moynahan), con ella? ¿Quién dice que no haría lo mismo con la propia Carrie? ¿Y no la había sometido a la relación más tóxica imaginable, surcada de decepciones, frustración e incertidumbre? En defensa de nuestra (anti)heroína, uno no elige de quién se enamora, pero las críticas eran legítimas.
El propio Darren Star llegó a quejarse en ‘Deadline’ de que ninguna de ellas acabara como una mujer realmente independiente: «Al final la serie no fue fiel a su idea principal, que es que las mujeres no encuentran la felicidad en el matrimonio. Pueden hacerlo, pero no es el único modo. La serie se salió en principio del guion de las comedias románticas que estuvieron antes. Eso hizo que las mujeres se involucraran tanto en ella. Al final se convirtió en una comedia romántica convencional«.
Con la secuela tardía ‘And just like that…’, Michael Patrick King parecía querer corregir aquel final ya desde el principio: en su primer episodio, Mr. Big murió de un infarto después de entrenar en una bicicleta estática Peloton. Y ahora mismo, las tres amigas originales (Samantha ya solo aparece de vez en cuando virtualmente) podrían acabar como al principio: solas. Sería demasiado atrevido, pero por poder, podría ser.
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