Los ‘colivings’ duplican su capacidad y superan los 500 millones de inversión en España

Leandro (33 años) y Eugenia (36 años) son una pareja de programadores informáticos que aterrizó en Barcelona hace cuatro meses desde Argentina. En este corto periodo de tiempo, los dos ya se las han arreglado para firmar un contrato de trabajo indefinido y obtener un permiso de residencia. «No nos costó nada, en nuestro sector hay mucha demanda», aseguran. Habían visitado la ciudad por primera vez el año pasado y, ahora, recién casados, han decidido dejar su Córdoba natal para empezar un nuevo proyecto de vida aquí.

¿El problema? No encuentran casa. «O es carísimo, o es alquiler temporal», lamentan. Y, ante la falta de alternativas, decidieron cambiar de estrategia. «Pensamos que lo mejor sería alquilar una habitación de forma temporal, instalarnos y buscar algo definitivo desde aquí».

Con esa nueva idea en mente, encontraron una habitación gestionada por el grupo Inèdit. Les gustó a primera vista: cómoda, limpia y con buena luz. Pero la clave fue que tuviera dos escritorios en un mismo dormitorio. «Los dos teletrabajamos mucho», explican. Así se lanzaron a vivir durante ocho meses en un coliving. «Nos hemos puesto como límite noviembre de 2025».

BARCELONA 07/08/2025 Economía. Leandro (33) y Eugenia (36) en las zonas comunes de un espacio de coliving en Barcelona, en el marco de un reportaje de la serie de verano sobre vivienda. FOTO de ZOWY VOETEN / Zowy Voeten

Desde Silicon Valley hasta hoy

Antes de agosto de 2011 era prácticamente imposible encontrar un coliving en España. Lo era, porque el primero lo abrió en ese momento Laia Comas, una joven de 24 años recién llegada de su Erasmus en Lisboa. El modelo coliving se basa en el alquiler por habitaciones, con servicios y gastos incluidos, y con zonas comunes centrales para fomentar la interacción entre inquilinos. «Quise ofrecer una solución muy concreta a un segmento muy concreto», explica Comas, refiriéndose a estudiantes internacionales que, como ella, buscaban alojamiento temporal en el centro y con la posibilidad de conocer gente en la misma situación.

Vista de las normas de las zonas comunes de la terraza de uo de los Colivings de Aticco Living. / Zowy Voeten

Su inspiración llegó desde Silicon Valley, durante la primera mitad de la década de 2010. Allí, en torno a un conglomerado de start-ups tecnológicas que atraían a profesionales cualificados de todo el mundo, empezaron a proliferar los colivings modernos. Porque, a pesar de los altos salarios, la presión inmobiliaria impedía (e impide) acceder a un alojamiento.

La eclosión de colivings tampoco dejó indiferente a un joven danés, Daniel Beck, quien visitó el norte de California en 2014. Y dónde muchos veían un «mercado inmobiliario en crisis y con poca oferta», Beck vio una oportunidad de negocio. «Lo que más me marcó fueron las personas que conocí durante mi estancia allí» cuenta en su página web.

«Todas tenían problemas para encontrar una buena vivienda. Y por muy emocionante que sea trabajar a distancia mientras viajas o mudarte a una ciudad nueva, también puede ser solitario y desalentador». Así nació Coliving.com, una especie de ‘Idealista’ especializado en colivings. Hoy es una de las grandes plataformas en este sector, con presencia en 400 ciudades y más de 39.000 habitaciones registradas.

Características de un ‘coliving’

El auge es innegable. En España, una simple búsqueda en Google Maps del término coliving muestra puntos rojos por toda la península. En Barcelona y Madrid sobre todo, pues estas dos ciudades aglutinan hasta el 85% de la oferta de colivings en nuestro país. Pero no solo: Valencia, Málaga, Vitoria, San Cugat, Bilbao, Pamplona, Granada, Sevilla, Zaragoza o incluso áreas rurales; todas estas ciudades ya ofrecen este tipo de alojamiento, cuyos precios oscilan entre los 600 y los 800 euros.

La lista se expande casi a diario. Según datos de CBRE, las 8.000 camas operativas que había en nuestro país en 2023 se convertirán en 20.000 a finales de este año. Y en términos de inversión, desde Cushman & Wakefield reportan que el mercado flex living —esto es, colivings urbanos, junto al resto de sus variaciones desarrolladas en suelos terciarios alrededor de las ciudades (corporate living) o en zonas costeras o rurales (vacational living)— creció un 300% entre 2023 y 2024, pasando de 190 a 550 millones de euros. Si la tendencia continúa, en 2026, España poseerá un tercio de las nuevas camas de coliving que se construya en Europa.

Quién está impulsando la demanda

No obstante, los colivings están cambiando. A medida que los precios de la vivienda en las principales ciudades del norte global han ido subiendo, se ha ampliado su público. «Cuando empecé, eran sobre todo estudiantes; ahora la mayoría son adultos de unos 30 años que se mudan por motivos profesionales», dice Comas, que incluso contempla abrir colivings para personas mayores en zonas rurales.

También es significativo el caso del antiguo The Student Hotel. El coliving, con sede operativa en los Países Bajos, fue fundado por el empresario Charlie MacGregor con un claro foco puesto en los universitarios. Pero a medida que fueron expandiéndose, se convirtieron en un espacio híbrido con hotel, viviendas compartidas y coworkings para nómadas digitales y emprendedores. Actualmente, operan bajo el nombre de The Social Hub (compañía de los fondos APG y Aermont) y ocupan 21 localizaciones por toda Europa. En España, los precios van desde los 1.300 euros y cuentan con 3 locales en Barcelona, Madrid y San Sebastián.

Desde la consultora Atlas Real Estate dividen la demanda en dos grandes frentes. El primero es poblacional, conformado por expats —o ‘exapatriados’, son aquellos trabajadores migrantes, a menudo oriundos de países occidentales, y con un alto poder adquisitivo— nómadas digitales y estudiantes internacionales que necesitan flexibilidad. A estos se suman cada vez más parejas, familias y nacionales que buscan un techo en un mercado cada vez más restringido.

El segundo es inversor: promotores y fondos que, ante la falta de suelo residencial disponible en las zonas más demandadas, ven en el coliving una fórmula rentable para rehabilitar inmuebles céntricos cuyo precio, de otra forma, los situaría directamente en el sector del lujo. Para Miles Leonard, socio de mercado residencial en Cushman & Wakefield, el atractivo para los inversores está en la novedad y la flexibilidad: «Es un sector nuevo, y al no regirse por la LAU, ofrece más flexibilidad que el residencial tradicional» asegura a este diario.

Una de las habitaciones del coliving de Aticco en el barri Gòtic. En Idealista se anuncia por 1.050€ al mes. / Aticco (Cedida)

El 80% de los inquilinos son extranjeros

En el número 237 de la calle Marina (Poblenou) —rodeado por lo que era una antigua sastrería (ahora hay un bar de tapas); y por Cal Sardà, un establecimiento histórico de Barcelona que desde 1930 vende productos catalanes gourmet— un bloque de cinco plantas ilustra esta transformación. Antes había dos apartamentos de 80 m² por planta. Ahora, tras una reforma integral, cada uno se ha dividido en cuatro habitaciones y se alquila de forma unitaria.

Vista de la entrada de Aticco Living en el Carrer Marina con un turista de paso. / Zowy Voeten

El proyecto es de Aticco, empresa conocida por sus coworkings en Barcelona, Madrid y Valencia y que en 2020 lanzó su división Aticco Living. Actualmente, gestionan 500 unidades (habitaciones o pequeños apartamentos) y esperan alcanzar 10.000 en 2030.

—Eso es 20 veces más lo que tenéis ahora…

—Estamos en plena expansión —asegura el responsable de la compañía, David Uruarte, desde la azotea del edificio a EL PERIÓDICO.— Hay operaciones que firmamos hace dos años y ahora, solo tienen que materializarse..

Para el CEO, «un coliving es un híbrido entre un apartamento compartido y un hotel”. En su caso, la afirmación cobra aún más sentido, porque este vasco, antes lanzarse con los colivings, pasó por importantes grupos hoteleros como Barceló o Pierre & Vacances.

Ahora, con Aticco Living Barcelona, operan bajo la figura de apartamentos temporales de media estancia. Sus contratos duran una media de siete meses, con prórrogas posibles, e incluyen servicios como internet de alta velocidad, limpieza y acceso a coworkings. «Para nuestro perfil de inquilinos, el internet es casi más importante que el agua» bromea.

Reconoce que prácticamente un 80% son extranjeros, y que no hay grandes diferencias por género. En cuanto a precios, estos van desde los 900 a los 1.300 euros. «Pagan por un espacio renovado en el centro de la ciudad, pero, sobre todo, por la posibilidad de conocer a expertos del ecosistema y hacer networking«.

David Uriarte, cofundador y CEO de Aticco Living, muestra las zonas comunes del edificio de coliving que gestiona en Barcelona. / Zowy Voeten

Un auge que genera debate

Ante la proliferación de colivings, las lecturas no son uniformes. Porque para buena parte de urbanistas, académicos y juristas, esta forma de alojamiento no es más que una innovación de mercado, que desplaza a residentes de larga duración y encarece los precios. Un estudio liderado por David Madden y Tim White, investigadores de la London School of Economics, concluye que el coliving responde a una “nueva ideología de la vivienda” basada en el consumo habitacional promovida por los profesionales del sector. Y esa nueva narrativa, que no sería natural ni esporádica, se sostiene sobre cuatro ideas clave.

  1. “Es el futuro de la vivienda”: Las empresas de coliving se presentan como líderes de nueva forma de vivir en las ciudades, inevitable y adaptada a los tiempos que vienen.
  2. Responde a cambios “demográficos”: Alegan que el modelo encaja con una población más joven, móvil y acostumbrada a vivir sola, en ciudades cada vez más caras y con menos espacio.
  3. “Democratiza” el acceso a la vivienda: Se venden como una alternativa más flexible y abierta que el alquiler tradicional, aunque en la práctica apuntan a un público profesional con alto poder adquisitivo.
  4. “Estamos combatiendo la soledad”: Prometen comunidad y compañía frente al aislamiento urbano, con actividades y espacios comunes diseñados para quién paga por participar en ellos.

Del modelo de negocio al símbolo político

Así, mientras suben los precios y proliferan los alquileres temporales, el coliving crece también en parte del imaginario colectivo como símbolo de la crispación urbana. En las últimas semanas, vecinos de seis bloques repartidos por la capital catalana han denunciado que la SOCIMI Vandor, vinculada al fondo británico Patron Capital, las está expulsando para transformar los pisos en colivings para estudiantes y jóvenes extranjeros, con precios de hasta 900 euros por habitación. «No es convivencia, es expulsión», denuncian desde el Sindicat de Llogateres.

Apoyadas por el Sindicat, alertan de que la empresa ha comprado 14 fincas —unos 200 pisos— con fines especulativos, y reclaman que la futura ley que regulará los alquileres de temporada y por habitaciones entre en vigor lo antes posible.

«Antes de la regulación de precios, los contratos de temporada representaban menos del 1% del total. Después, han llegado a picos del 15% e incluso del 20%» traslada el portavoz del Sindicato. «No, no se ha multiplicado por veinte la cantidad de estudiantes, familiares de personas enfermas o trabajadores temporales. No cuela».

¿Es el futuro?

Así las cosas, todo indica que el modelo seguirá creciendo. «El mercado siempre encuentra nuevas fórmulas; su creatividad es infinita», resume el portavoz del sindicato.

Leandro (33) y Eugenia (36) en las zonas comunes de un espacio de coliving en Barcelona. / Zowy Voeten

Sin embargo, por el momento, su expansión no prevé sustituir a la vivienda tradicional. Al menos, no para todos. Leandro y Eugenia, la pareja argentina, tienen claro que en cuanto encuentren un apartamento definitivo, dejarán su coliving. Porque, por muy cómodo que sea, sigue siendo un espacio de paso.

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