El otro olvidado Chapecoense: eran los mejores de su país pero un brutal accidente aéreo terminó con la vida de casi todo el equipo

11 de agosto, 1979. El plantel del FC Pakhtakor Tashkent se subía a un avión de la aerolínea Aeroflot para volar en los fríos cielos de la Unión Soviética. Un partido de liga los esperaba en Minsk, Bielorrusia. Sin embargo, nadie se esperaba lo que estaba por pasar: la aeronave jamás llegaría a su destino. Una colisión entre dos aviones, una explosión y 178 muertos pusieron fin a la vida de la mayoría del equipo. La tragedia terminó con la generación dorada del Pakhtakor, el otro olvidado Chapecoense.

Un humilde club de trabajadores

Fundado el 8 de abril de 1956 y oriundo de Tashkent, capital de Uzbekistán; el Pakhtakor era el cuadro de los trabajadores algodoneros. Lejos de los extraordinarios avances científicos y de ingeniería que caracterizaban al centro de la ciudad, el Pakhtakor representaba a los obreros que labraban la tierra y vivían en las afueras de la urbe. Debido a esto, se ganó el apodo de «El Equipo del Pueblo«.

Miles de personas se movilizaban todos los fines de semana para verlos competir a lo largo de la URSS, sobre todo cuando jugaban de local en el Estadio Pakhtakor Markaziy. Los hinchas se identificaban con los jugadores y los futbolistas con los fanáticos, muchos provenían de la recolección de algodón. Si eras de Tashkent, eras del Pakhtakor.

El Estadio Pakhtakor Markaziy, la casa del Pakhtakor y la Selección uzbeka.

Un equipo ascensor

La pasión era importante, pero con eso no alcanzaba. Los Leones podían sacar chapa de haber sido el único combinado de Asia Central en disputar la final de la Copa Soviética durante 1968. En aquella ocasión, perdieron 1-0 contra el Torpedo Moscú. Sin embargo, más allá de ocasionalmente hacerle frente a los poderosos equipos rusos que dominaban la Superior League (Primera División del fútbol de la Unión Soviética), lo cierto es que eran un combinado «ascensor»: bajaban y subían de categoría constantemente.

Tras su primer ascenso a la Superior League en 1959, el conjunto uzbeko casi siempre peleó por no descender. La gran excepción ocurrió en 1962, cuando quedaron sextos; su mejor posición histórica. Pero esa no fue la constante: perdieron la categoría tres veces (1963, cuando terminaron últimos con 21 derrotas; 1971 y 1975) y lograron el regreso al campeonato más importante de la URSS en otras tres ocasiones (1964, en 1972 tras ser campeones de la Primera Liga y 1977).

Los Algodoneros luchaban siempre por no descender.

La Generación del 79

Cada club tiene su generación dorada, un grupo de futbolistas que sobresalieron de la norma por su habilidad con la pelota, compromiso y resultados deportivos. El Pakhtakor la encontró en 1979.

Los Algodoneros contaban con varios jugadores queridos por la hinchada. Uno de ellos era el arquero Sergey Pokatilov, que volaba de palo a palo. El número 10 del equipo Mikhail An también era muy popular siendo un prototipo de enganche clásico y que se destacaba desde lo físico por sus rasgos orientales. Siempre caracterizado por su buen humor y talento, su sonrisa quedó inmortalizada en el documental «Misha» de 2020. Supo jugar encuentros oficiales con la selección soviética, pero su sueño quedó trunco. Una promesa que no fue.

Otro futbolista que destacaba era Vladimir Fedorov, quien era un explosivo extremo derecho. Fedorov obtuvo la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 con el Ejército Rojo y fue convocado varias veces para disputar amistosos de alto nivel y las eliminatorias de la UEFA . Además, llegó a jugar contra Argentina en un partido organizado en Kiev. Aquel día, la Albiceleste venció 1-0 con un tanto de Mario Kempes.

Vladimir Fedorov y Mikhail An junto Vasilis Hatzipanagis, uno de los mejores griegos de la historia.

El sueño contra los gigantes

La temporada de 1979 empezó por todo lo alto. Con tres victorias seguidas, incluso contra gigantes como el Torpedo Moscú y el Dinamo de Kiev, el Pakhtakor se posicionó en los primeros puestos de la tabla. Eran la gran sorpresa de la Superior League. Un equipo de recolectores de Uzbekistán le estaba haciendo frente a los poderosos cuadros rusos y ucranianos, quienes contaban con el apoyo de la policía, el sector automotriz y el ejército.

Aunque después vinieron una serie de empates contra clubes muy competitivos y derrotas inesperadas que los mandaron otra vez cerca de la zona de descenso. Sin embargo, ese bache en el rendimiento no los frenó y la gloriosa Generación del 79 se recuperó con cuatro triunfos seguidos. El sueño parecía encaminado nuevamente.

Generación 1979: El sueño contra los gigantes. Archivo de Alla Tazetdinova.

La Tragedia de Dniprodzerzhynsk

El reciente triunfo 3-1 sobre el Zayra por la fecha 18 había confirmado la ilusión el 8 de agosto. Los días previos a viajar para su siguiente cotejo estuvieron repletos de sonrisas y alegría, según confirmó Tulyagan Ulmasovich; un titular regular del plantel que estaba lesionado desde mayo. Nadie imaginaba lo que estaba por pasar.

En la mañana del 11 de agosto de 1979, 14 futbolistas, dos miembros del staff y el entrenador (Idgay B. Tazetdinov) se dirigieron en una camioneta hasta el Aeropuerto de Tashkent. El vuelo comercial 7880 de la aerolínea Aeroflot (línea de bandera de la URSS) con dirección a Bielorrusia los esperaba. Los Leones se iban a enfrentar al FC Dinamo Minsk en un emocionante cotejo por el torneo local.

Los días previos a viajar estuvieron repletos de sonrisas y alegrías.

Luego de unos minutos de vuelo, y llegando al mediodía, el avión modelo Tupolev Tu-134 llegó a Donetsk, Ucrania, para realizar una parada técnica. Un rato después, con provisiones listas y tanque lleno, partió otra vez a las 13.11 hs. Las 84 personas arriba de la aeronave estaban tranquilas. Algunas dormían, otras tomaban café para pasar el tiempo y otros miraban por la ventana, como Mikhail An. Pero sólo 20 minutos en el aire cambiaron la historia.

Ese día, el espacio aéreo soviético contaba con más tráfico de lo habitual. Leonid Brézhnev, por entonces líder de la URSS, tenía planeado un viaje a Crimea, por lo que el espacio aéreo se cerró en gran parte del territorio para que el mandatario pudiera volar con la tranquilidad de que se vuelo no sea atacado por alguna aeronave militar (cabe destacar que en ese momento la Unión Soviética se encontraba en plena Guerra Fría). Por eso, varios vuelos fueron desviados.

Es así que, cerca de las 13.30 hs, un controlador de tránsito aéreo notó que el vuelo 7880 compartía ruta con otro vuelo (7628) de la misma empresa proveniente de Cheliábinsk (Rusia) con dirección a Chisináu (Moldavia). Para evitar conflictos, avisó al 7880 que escalara a 9000 metros de altura. El controlador recibió una respuesta rápida, pensando que se trataba del vuelo que llevaba al plantel del Tashkent, pero lo que nunca supo el controlador es que la la confirmación vino de una tercera aeronave que había captado el mensaje y que, vaya paradoja, se dirigía a Tashkent.

Por eso, mientras este tercer vuelo subía de altitud erróneamente, la tragedia con los otros dos aviones era inevitable: la aeronave que trasladaba al plantel del Tashkent iba en dirección hacia el vuelo 7628. Acaso los pilotos se dieron cuenta de la gravedad de la situación cuando no había mucho por hacer: cuando vieron que el peligro estaba enfrente de sus narices, trataron de esquivarse pero no hubo caso. Las colas de los aviones colisionaron y una explosión iluminó a la pequeña cuidad ucraniana de Dniprodzerzhynsk, cuyos habitantes veían en el cielo ese destello que a día de hoy los más grandes recuerdan como si hubiese ocurrido hace unos instantes. Enseguida, pedazos metálicos cayeron sobre los pastizales y 178 personas perdían la vida en el instante, de las cuales 17 eran jugadores y parte del staff del equipo.

Los aviones Túpolev Tu-134 de Aeroflot ya habían estado involucrados en un accidente mortal el 22 de marzo de 1979.

La despedida a la eterna Generación del 79

La Tragedia de Dniprodzerzhynsk fue inmensa, hasta hoy es la mayor catástrofe aérea en cielo ucraniano, exceptuando ataques terroristas. No obstante, el accidente del Pakhtakor no salió en las noticias hasta una semana más tarde. El Estado soviético había censurado el caso porque no le daba buena fama al monopolio estatal de Aeroflot. Sin embargo, el sol y el dolor eran muy grandes para tapar con la mano.

La prensa guardó silencio, pero los familiares de los futbolistas y funcionarios se enteraron de todas formas. La voz empezó a correrse por Tashkent y los directivos de la institución decidieron abrir el estadio para la despedida formal. Fue masiva. Cientos de miles de personas pasaron para decir adiós.

«200 mil almas fueron enterradas ese día», comentó un jugador del plantel a medios locales en 2022.

La reconstrucción

Para amortiguar los daños deportivos, la Federación de Fútbol de la URSS prohibió el descenso del conjunto uzbeko por tres temporadas y obligó al resto de clubes de la Primera División a que prestasen tres jugadores de sus planteles para reforzar la plantilla de El Equipo del Pueblo.

El primer partido luego del siniestro tuvo lugar el 23 de agosto, apenas 12 días después de la tragedia. Fue derrota 3-1 contra el Ararat Ereván de visitante en medio de un contexto en el que el dolor estaba lejos de sanar. Pero nada dura para siempre, ni siquiera en los momentos más difíciles. Cuatro días más tarde, el Pakhtakor volvió a jugar de local en un estadio repleto y logró un triunfo por 2-1 frente al Shakhtar Donestk en una tarde en la que abundaron los llantos de emoción. El campeonato lo terminarían en el noveno puesto, la mitad de la tabla.

Sin embargo, los años pasaron y el período de gracia se terminó, pero para los Leones no fue un problema. En 1982 se ubicaron sextos y repitieron el mejor puesto de su historia. Aunque, como venía sucediendo antes de la tragedia, perdieron nuevamente la categoría durante 1984 y volvieron a la máxima categoría en 1991; el último año en el que se disputó la Superior League.

En 1982, la nueva camada hizo historia.

Actualidad y memoria activa

«Buenas noches, la Unión Soviética ha dejado de existir«, declaró Mijaíl Gorbachov el 21 de diciembre de 1991. Días después, el 26, el gigante comunista llegó a su fin. Con ello, vino la reconstrucción nacional y futbolística de las ex Repúblicas Socialistas.

Actualmente, los Algodoneros son el conjunto más ganador en la historia de Uzbekistán. En su palmarés cuentan con 16 títulos de liga y 12 copas nacionales. A su vez, son un competidor constante de la AFC Champions League, el torneo continental más importante de Asia.

No obstante, más allá de su éxito actual, los hinchas jamás olvidaron y olvidarán a aquella mágica camada de los años setenta. Recurrentemente se celebran partidos honoríficos en honor a ellos. También, Tashkent está repleta de calles y estatuas que inmortalizaron a los míticos héroes del Pakhtakor 79, la generación dorada del otro olvidado Chapecoense.

Tashkent no olvida a la Generación del 79.

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