No toda España arde por igual. Las cifras de cientos o miles de fuegos en comunidades como la gallega, que tan solo en agosto ha soportado más de 500, contrastan con las de otras regiones, como País Vasco o La Rioja, que según los últimos datos del Miteco registraron en 2023 69 y 56, respectivamente. La mayoría, inferiores a una hectárea. Tanto es así que el año pasado el gobierno vasco, en colaboración con las tres diputaciones forales, adquirió su primer —y por ahora único— medio aéreo, un helicóptero antiincendios que en esta ola de incendios ha estado prestando servicio en otras comunidades.
En todo caso, estas regiones no están exentas del peligro que entrañan los incendios, cada vez más voraces y difíciles de apagar, y también han estado padeciendo sus efectos este año, aunque en menor medida que las comunidades del oeste. Esto, tal y como explica a FARO DE VIGO uno de los ingenieros técnico forestales de la Confederación de Forestalistas del País Vasco, Fernando Azumendi, se debe a «una mezcla de todo», desde el clima, la geografía y la demografía hasta la «cultura forestal», con una «industria transformadora de la madera muy activa». «Aquí también hemos tenido problemas en su día y no estamos exentos de tenerlos, pero al final detrás de todo esto está el trabajo de las últimas décadas, porque en gestión forestal, hablar de un año o dos no es significativo».
Algo en lo que coincide la propia administración, y que ya señalaba en abril la diputada vizcaína de Medio Natural, Arantza Atutxa, que achacó el descenso en los incendios de la provincia —de 16 en 2023 a 6 en 2024—no a una mejora «casual», sino a una «estrategia que pone el foco en la gestión forestal sostenible y en la prevención». «Un monte cuidado arde menos, y si arde, avanza más despacio y se puede atacar con eficiencia», decía por aquel entonces.
Ambas regiones son potencias madereras
Ambas regiones son potencias madereras de primer orden, con grandes similitudes y también grandes diferencias. La superficie forestal de Galicia, si bien es porcentualmente similar a la vasca (un 49% del territorio frente a un 54% en País Vasco), es casi tres veces mayor. En Galicia ronda el millón y medio de hectáreas, de las que 1,3 son arboladas; en País Vasco, la superficie forestal es de 489.130 hectáreas, y la arbolada, de 395.890. Pese a esta diferencia, el peso del sector forestal-maderero en la economía es muy similar, aportando un 1,7% del PIB gallego y un 1,5% del vasco. Algo que también se aprecia en las cifras de empleo; alrededor de 19.000 personas en ambas comunidades.
Asimismo, en las dos regiones la propiedad del terreno es principalmente privada, pero mucho más en Galicia, con 1,4 millones de hectáreas (el 97% de la superficie forestal) pertenecientes a particulares y 664.630 hectáreas, a comunidades de montes vecinales. Son unos 450.000 propietarios y 3.072 comunidades de montes. Mientras, especialmente en Bizkaia y Gipuzkoa, la propiedad privada ronda el 80%, un porcentaje algo menor en Álava.
Finalmente, el mapa forestal es distinto. En País Vasco, el 84% de las talas son de pino radiata, que ocupa un 26% de la superficie —el resto de coníferas, un 17%—, mientras que el eucalipto supone un 6% de territorio, y el resto de frondosas, el 51%. En Galicia, en cambio, el 38% de la riqueza del monte viene del eucalipto, que supone el 28% de la superficie forestal, con algo más de 400.000 hectáreas. El resto de frondosas representan el 42%, y las coníferas, el 30%. En todo caso, no es a la diferencia de especies a lo que la Confederación de Forestalistas achaca la baja tasa de fuegos. «Siempre está el debate de las especies forestales», entre «especies buenas y malas», señala Azumendi, pero en el sector forestal «hay unanimidad en que lo que importa es el mantenimiento».
«Aquí las competencias están transferidas a las diputaciones forales de los tres territorios», explica, y «la relación que tenemos con la Administración es fluida y a diario»., algo de vital importancia al ser principalmente propietarios privados. Solo en la Confederación hay unos 6.500 asociados, indica, por lo que es imprescindible «mantener una coordinación constante con las Administraciones», principalmente a través de planes de ayuda para acometer tareas de prevención en el monte , como desbroces o podas.
La gestión de las emergencias recae en el Gobierno vasco, señala, pero los propietarios colaboran en la extinción de los incendios como pueden, en invierno. Su «principal» aportación, señala, es mantener limpia y actualizada la red de caminos forestales, mayoritariamente privados. «Normalmente son muchas parcelas, muy pequeñas y distribuidas por todo el territorio, por eso tiene mucha importancia que la red esté en buenas condiciones», explica. «Entendemos que esa es nuestra principal colaboración en lo que puede ser el inicio de la extinción del incendio», porque «la prevención, dentro de la gestión forestal sostenible, es uno de los pilares fundamentales», y «por las características de nuestra geografía y la dispersión de las parcelas, si los accesos no están en buen estado es un impedimento importante».
El murmullo del abandono
En todo caso, tampoco el País Vasco se libra de la amenaza constante del abandono del rural, un murmullo cada vez más presente que para las agrupaciones de propietarios «no es ninguna alternativa». Por ahora, no es un problema acuciante, —el 90% de las plantaciones que se talan, vuelven a plantarse— pero sí preocupante. «Somos los primeros impulsores de una gestión forestal sostenible, a través del tejido asociativo de los propietarios, y siempre tratamos de dar alternativas a los propietarios que sean reales, accesibles y viables», un aspecto «crucial» para mantener el monte y animar a los propietarios a gestionarlo. Eso sí, «hay que ser prudentes» y «no bajar la guardia», porque las condiciones meteorológicas extremas y el nuevo comportamiento de los fuegos no discriminan.
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