Pedro Solans impactó con su presentación en el ciclo Palabra de Poetas

El pasado martes 2 de septiembre, el escritor y poeta Pedro Jorge Solans se presentó en el ciclo «Palabra de Poetas» en la Biblioteca Córdoba y compartió panel con Adriana Musitano y Catalina Correa.  Bajo la coordinación de Silvia Barei y Hugo Francisco Rivella, ante un auditorio colmado, Solans dijo: «La poesía en épocas de caos intenta transmutar la maldad». 

El autor sensibilizó a los presentes con la historia de la sobreviviente de la Masacre de Napalpí, Melitona Enrique, y la niña de Guatemala, secuestrada por las pandillas y ultrajada por el poder como antítesis de una pequeña que murió de amor.

Fue una jornada cargada de literatura con la poesía como bandera y antídoto ante la infamia de la humanidad.

La niña de ojos grandes

“…la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.”
José Martí

En colonia Popotlán,
la niña de ojos grandes,
pisoteada,
despellejada su inocencia,
fue ofrendada
en los altares pandilleros.

Sus muñecas de trapo cayeron
esa mañana de barro cuando le arrancaron el cielo.
Fue otra grosera mañana
en las afueras salvadoreñas.
Niños soldados de las maras:
no saben si viven,
no saben si mueren.

Percuten la tragedia,
el horror en la periferia.
Los amigos de la banda presidencial,
los de siempre,
en Cuscatlán,
disfrutan de otro jueves perverso.
Un dios lujurioso,
lascivo, elige
el turno
para saciar sus desenfrenos.

No era más que eso:
niña de ojos grandes
de colonia Popotlán.
Botín,
consumo y desecho,
nada más que eso.

Embarazada de desprecio,
abandonada al sol,
hallada por perros vagabundos.
Iba vestida de luna,
llorando las calles,
huérfana colgando lentejuelas.

Sin aliento, a la intemperie

No había luz con que mirarla.

Perdió el camino,
la noción,
el regreso a casa.
Ausencia fría,
brújula rota.
Sombra triste
rumbo ciego.

Con el vientre visible
llegó a la curandera.
Pausa. Pausa. 

Miren para un costado. 

Para el otro. 

La niña cerró los ojos.
La bruja quitó el estorbo,
cubrió con lienzo
el ultraje y la sangre.

El ulular de la ambulancia
suplicaba un respiro.
El espanto,
la denuncia.

La niña de ojos grandes,
de colonia Popotlán,

aún derramaba sangre
cuando sus muñecas
de carne y hueso,
lucían las esposas
y una sentencia.

Escapó de la mazmorra.
El derrotero aconsejaba:
migrar,
huir lejos,
lejos, de los recuerdos,
de la condena temprana.

Disfrazada de mula
cruzó a Guatemala.
Inhaló olvidos,
desmemorias,
sueños ausentes.

Inhaló,

vacía de emociones puso fin a su peregrinar.
Otra muerte sin nombre,
sin identificar.

En otro sitio,
la familia rezaba
el teléfono enmudeció,
los vecinos murmuraban,
la búsqueda resignada.

La espera fue interminable.
El llamado.
La noticia.
El paradero.

La niña de ojos grandes
arrojada a una fosa cualquiera,
en un camposanto perdido,
sin flores,
ni epitafio,
ni despedida.

Lejos, lejos, lejos
de colonia Popotlán.

No fue de Guatemala.
Y no se murió de amor.

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