El hallazgo del cadáver de Antonio Famoso –quien falleció hace unos 13 años en Valencia sin que su familia, vecinos, ayuntamiento o servicios sanitarios tuvieran constancia– se ha erigido en una suerte de bofetada que ha sacado a la luz una triste realidad. La soledad extrema existe y puede afectar intensamente a personas mayores sin que absolutamente nadie se percate de ello.
La historia de Antonio, que hoy tendría 86 años, es un caso especialmente preocupante porque su muerte ha pasado desapercibida durante más de una década, pero no es único. Se cree que rompió la relación con su mujer y sus hijos cuando estos eran pequeños y, evidentemente, no mantenía contactos con ningún otro familiar. Pero tampoco se dieron cuenta de su ausencia ni las administraciones, ni los vecinos ni el entorno. Siguió cobrando su pensión y, como tenía todos los recibos domiciliados, no saltó ninguna alarma, hasta que una inundación obligó a los bomberos a acceder a su casa y se encontraron el cadáver rodeado de basura y excrementos de palomas.
Los expertos reclaman que el caso del hombre de Valencia sirva de aldabonazo y que se actúe múltiples frentes
Matilde Fernández, presidenta del Observatorio, reclama que se extraigan lecciones de la muerte paradigmática de Antonio Famoso. En su opinión, en este caso «hemos fallado todos». En primer lugar, él porque durante años no buscó relacionarse. Pero también la sociedad, los servicios sociales y el sistema de salud, que durante más de una década no se ocuparon de ofrecer a una persona mayor y que vivía sola los servicios de ayuda o sanitarios.
«¿El gestor de la comunidad de propietarios no veía nada raro? ¿El banco donde le ingresaban su pensión, con tanta IA, no disponía de una llamada de alerta ante la falta de movimientos o gastos?», se pregunta.
Sin datos oficiales
Para Sacramento Pinazo, gerontóloga y responsable de este fenómeno en la Plataforma de Mayores y Pensionistas, el caso de Antonio «pone de relieve las múltiples dimensiones de la soledad, con componentes individuales y sociales». «Esta tragedia nos demuestra que la soledad extrema no siempre se revela a gritos ni con demandas, sino que puede prolongarse en el absoluto silencio, invisible a los ojos de los demás». A su juicio, el suceso «demuestra los fallos del sistema de soporte social, tanto vecinal, como comunitario e institucional para detectar y acompañar a los mayores que sufren aislamiento».
¿El gestor de la comunidad de propietarios no veía nada raro?. ¿El banco donde le ingresaban su pensión, con tanta IA, no disponía de una llamada de alerta ante la falta de movimientos o gastos?
— Presidenta del Observatorio SoledadES
De hecho, a pesar de la proliferación de estudios sobre esta cuestión, no hay datos oficiales de cuántas personas mueren de soledad o en completa soledad en España, pero sí algunas cifras aproximadas sobre el fenómeno. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, en 2023 los bomberos realizaron 776 entradas en domicilios, aunque evidentemente no todas terminan con el hallazgo de un cadáver, informa Roberto Bécares.
De la teleasistencia a la red vecinal
Ante este apagón de datos y políticas públicas, los expertos reclaman que el caso de Antonio sirva de aldabonazo y que se actúe múltiples frentes. Fernández pide a las administraciones y partidos que pongan en marcha «planes integrales» frente a la soledad y redes de cuidados de dependientes. Reclama, por ejemplo, que todas las personas mayores y que viven solas dispongan de teleasistencia y servicios de ayuda a domicilio, que ahora tienen que ser reclamados por los usuarios, con bastante papeleo y largas listas de espera. Asimismo, pide sensibilizar a la sociedad sobre la convivencia de estar atento a lo que sucede a su alrededor y fomentar barrios «vivos y solidarios».
A su vez, Yagua reclama invertir en propuestas que fomenten las relaciones en comunidad, a través de profesionales o voluntarios que impulsen proyectos de cooperación y espacios de relaciones y apoyo mutuo en el ámbito local. «Antes íbamos a la tienda de ultramarinos o a por el periódico y teníamos conversaciones informales, que nos daban cobertura y hemos perdido todas esas interacciones que hay que recuperar, elaborando una estrategia preventiva», indica.
100 personas mueren cada hora en el mundo por causas relacionadas con la soledad, según la OMS
Lo cierto es que la soledad actúa como un asesino invisible. Diversos estudios alertan de que el aislamiento social aumenta el riesgo de ictus, cardiopatías, diabetes, deterioro cognitivo y muerte prematura. Las personas solitarias tienen el doble de probabilidades de sufrir depresión, ansiedad y pensamientos suicidas. De hecho, una revisión sistemática del impacto de la soledad en la salud, que incluye 90 estudios, publicada en ‘Nature Human Behaviour’, concluye que la soledad, entendida como una sensación subjetiva de que las relaciones sociales no satisfacen las necesidades emocionales o de compañía, eleva el riesgo de muerte un 14%. Y, el aislamiento social, en referencia a la falta efectiva de relaciones, un 32%.
Problemas de salud
En una sociedad hiperconectada digitalmente, 100 personas mueren cada hora en el mundo, lo que supone más de 871.000 fallecimientos al año, por causas relacionadas con la soledad, según advierte la OMS. Los humanos somos seres sociales y mantener contactos con nuestros congéneres nos permite vivir más y con mejor salud.
Las investigaciones indican que el aislamiento puede afectar al sistema inmunológico y fomentar comportamientos poco saludables, como desnutrición e inactividad mental y física, que empeoran la salud. «Aunque el mecanismo biológico de base es desconocido, lo que se hipotetiza es que el malestar que provoca es similar a lo que sucede cuando nos estresamos, que aumenta la inflamación, los accidentes cerebrovasculares, el riesgo de demencia, los problemas de salud mental, etc. Nos morimos básicamente de inflamación y oxidación y la inflamación aumenta cuando nos sentimos solos», explica Javier Yanguas, psicólogo, gerontólogo y director científico del programa de Personas Mayores de la Fundación ”la Caixa”.
El aislamiento social aumenta el riesgo de muerte en un 32%
El fenómeno de la soledad no deseada acecha a los países desarrollados, dado que cada vez las familias tienen menos miembros, las sociedades envejecen, el estilo de vida y el ritmo acelerado destruyen muchas redes de compañía apoyo. En Japón, por ejemplo, el país que lidera este problema estructural, a las muertes en completa soledad se les denomina ‘kodokushi’ y se producen miles cada año de personas mayores, pero también de adultos jóvenes.
Mayores y jóvenes
A este respecto, en Seúl (Corea del Sur) el 62% de los fallecidos en sus hogares son hombres con edades comprendidas entre los 45 y los 65 años, normalmente afectados por divorcios, desempleo o prejubilaciones. Por tanto, la llamada ‘soledad no deseada‘, que obedece a una combinación de factores y no está relacionada exclusivamente con vivir solo, no es un problema que afecte solo a séniors. Según el Observatorio Estatal de la Fundación Once, lo sufre el 20% de la población española pero, por tramos de edad, es un sentimiento de insatisfacción sobre las relaciones sociales extendido en jóvenes de entre 16 y 29 años (un 25%), luego va descendiendo y vuelve a subir en mayores de 75 años (20%). Asimismo, tiene mayor incidencia en mujeres, colectivo LGTBI, personas con discapacidad o con bajos ingresos.
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