Pocas noches resumen mejor el viaje emocional de una selección que esta del Metropolitano, donde España transformó la herida de la Eurocopa y las dudas de Kaiserslautern en una exhibición desbordante. La Roja salió con la determinación de quien entiende que las finales no se esperan, se conquistan, y lo hizo ante 55.843 aficionados, récord absoluto, que convirtieron el estadio en un latido rojo y colectivo para ver levantar a una generación de oro su segunda Nations League.
El arranque tuvo ritmo, intención y personalidad. España, sin Aitana y con Vicky López como elegida para sustituirla, impuso su plan desde el primer minuto, con una Claudia Pina desatada que avisó con una jugada eléctrica que Esther mandó rozando el poste. Poco después, Alexia obligó a Berger a intervenir. Era el aviso de la versión que el equipo estaba dispuesto a ofrecer: ambiciosa, vertical, firme y con un punto de rebeldía.
Sin embargo, Alemania apretó como era de esperar. Gwinn probó desde lejos, Bühl encontró siempre a Paredes al corte, y Anyomi forzó a Mapi a intervenir con autoridad. Cata Coll, monumental como en Alemania, sostuvo al equipo con dos paradas decisivas que mantuvieron la eliminatoria en equilibrio. España sufría, sí, pero sufría junta, madura y unida como una campeona.
Tocó templar. Y la Roja lo hizo. La presión adelantada empezó a dar frutos y las recuperaciones se multiplicaron. Pina agitaba a la grada, Mariona ordenaba desde dentro, Esther desgastaba las centrales y Vicky López rozó el gol con un balón al larguero tras una conducción sensacional. Luego fue Mariona quien tuvo otra clarísima, pero Berger volvió a negarle el premio. El descanso llegó con la certeza de que el gol estaba cerca.
Insistencia y eficacia
Arrancó la segunda parte con un pulso distinto. La Roja necesitaba el gol y comenzó a jugar con más urgencia y colmillo. Y llegó lo que tantas veces desatascó partidos: el talento puro. Pina combinó con Mariona, recibió en la frontal y fusiló con un disparo impecable que desató un rugido gigantesco. El Metropolitano se convirtió en un volcán. España golpeaba primero y se sacaba un peso de encima.
No hubo pausa. La selección quiso más y lo encontró al ritmo de Vicky López. La joven futbolista, libre y descarada, recibió en banda, condujo hacia dentro y colocó un disparo precioso e imparable para el 2-0. Un gol que no solo ampliaba la ventaja: rompía definitivamente la resistencia alemana y encendía la convicción de que el título ya estaba al alcance.
Vicky López celebra con Alexia su gol ante Alemania en la final de la Nations / EFE
Una obra de arte
Y aún así faltaba la obra de arte. Claudia Pina, en estado de gracia, recogió un balón en tres cuartos y soltó un disparo desde fuera del área que voló teledirigido a la escuadra para firmar el 3-0. Fue un gol de final, de estrella, de líder silenciosa que pide paso con noches que ya son patrimonio del fútbol. El banquillo se volcó, la grada explotó y el partido se convirtió en una celebración completa.
Así, España levantó su segunda Nations League y el tercer título de su historia. Lo hizo con fútbol, con carácter y con una respuesta emocional de equipo grande: lloró en Basilea, resistió en Kaiserslautern y reinó en Madrid. Cuando las victorias cuestan, saben mejor. Y esta, escrita en rojo sobre el césped del Metropolitano, quedará para siempre
