Los evangélicos de Trump tocan el cielo

La ceremonia política religiosa para despedir a Charlie Kirk, el joven e influyente ultraconservador asesinado el pasado mes de septiembre, fue una muestra más del poder que ha adquirido en Estados Unidos el nacionalismo cristiano. La capacidad de estos movimientos ultras pertenecientes principalmente a iglesias evangélicas para trepar a lo más alto de poder no es nueva, pero con Trump en la Casa Blanca han tocado el cielo. Basta con echar un vistazo a la colección de imágenes en las que telepredicadores evangelistas rodean y oran en trance junto al presidente. Es como si estuvieran adorando a una divinidad. «Sin ley y sin Dios no hay Estados Unidos», dijo Trump en la multitudinaria ceremonia por Kirk.

Llama la atención que sean los evangélicos más puritanos y conservadores blancos los que se han aliado con Trump. El pasado disoluto del presidente, asociado al escándalo Jeffrey Epstein, entre otros, está muy lejos de la moral cristiana que abomina de la «depravada» y «degenerada» cultura secular. Para los evangélicos ultras, el magnate neoyorkino no es un tipo íntegro, pero al menos defiende sus intereses. Para los fundamentalistas cristianos «Trump es el hombre viril, protector, heroico y agresivo, el líder ungido por Dios que les da el poder para recuperar la nación para Cristo» dice la historiadora estadounidense Kristin Kobes Du Mez, autora del libro ‘Jesús y John Wayne’ (editorial Capitán Swing).

 Las iglesias evangélicas son herederas de los colonos europeos que llegaron a esta parte del continente americano con las ideas de los clérigos disidentes Martín Lutero y Juan Calvino. En la declaración de independencia, en 1776, la palabra Dios aparece en tres ocasiones. Los evangélicos forman parte de la familia de los protestantes, como los anglicanos, pero no responden a una estructura jerárquica piramidal. No hay una iglesia evangélica, sino miles, con múltiples denominaciones, agrupadas en corrientes y la mayoría hermanadas por el principio luterano de que la única autoridad religiosa es la Biblia.

‘In God We Trust’

El auge del movimiento evangélico en EEUU debe mucho a predicadores como Billy Graham, el más influyente del siglo XX. Graham aprovechó la radio y la televisión para extender sus mensajes por todo el país. Su enorme popularidad le permitió codearse con lo más alto del poder. El telepredicador, que murió en 2018, se reunió con todos los presidentes de EEUU de su época, desde Harry Truman hasta Barack Obama. Algunos de los mandatarios republicanos le deben en parte haber llegado a la Casa Blanca, como Dwight Eisenhower que convirtió en ley la inscripción ‘In God We Trust’ que aparece en los billetes de dólar. También introdujo en la agenda anual de los inquilinos de la Casa Blanca el Desayuno Nacional de Oración presidencial.

El hijo de Graham, Franklin, es uno de los más fervientes seguidores de Trump, junto a la también predicadora Paula White-Cain, actual directora de la nueva Oficina de la Fe de la Casa Blanca, organismo que tiene como misión velar y defender los intereses de la fe cristiana, se entiende que la más conservadora. En su primer mandato, Trump ya mantuvo una estrecha alianza con los evangélicos ultras. Nombró como vicepresidente a uno de ellos, Mike Pence, y  creó un grupo de lectura de la Biblia en la Casa Blanca. «La fe es más poderosa que el Gobierno y nada es más poderoso que Dios», afirmó en esa época el presidente.

White, una de las principales asesoras espirituales del mandatario republicano, promueve la denominada teología de la prosperidad, asociada al neoliberalismo. Defiende, por ejemplo, que la pobreza no es una condición social, sino un mal espiritual que puede revertirse si se logra una conexión cercana a Dios. Expresiones como «Jesús nunca fue pobre» o «Dios quiere que seas rico» son recurrentes en esta corriente evangélica. White es multimillonaria gracias a las donaciones al ministerio pastoral que ella misma fomenta.

Trump, el enviado de Dios

La ideología de White y la de sus acólitos es fiel a la de Trump: contra la inmigración, el aborto, el feminismo o la comunidad LGTBI+. Defiende la familia tradicional y patriarcal, las guerras preventivas y el derecho al uso de armas. Creen firmemente que EEUU se hizo grande económica, política y éticamente gracias a los valores cristianos que ellos defienden. «Ser evangélico conservador blanco tiene mucho más que ver con una cultura que con una teología», afirma Du Mez. «Afirman que la separación Iglesia y Estado es un mito y que el país debe alinear sus leyes a las de Dios», añade. En las tres elecciones en las que ha participado el republicado, más del 80% los evangélicos conservadores blancos le votaron.

El fallido atentado del año pasado contra Trump acabó de convencer a los ultras evangélicos más escépticos de que el presidente es realmente el enviado de Dios para proteger a la América cristiana. «Muchas personas me han dicho que Dios salvó mi vida por una razón. Y esa razón es salvar a nuestro país y restaurar la grandeza de Estados Unidos», dijo el mandatario. El reverendo Franklin Graham lo tuvo muy claro: «Creo que Dios fue el que le hizo mover la cabeza y le salvó la vida».

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