Milei, Kicillof y el estado de naturaleza

Una de las peculiaridades de nuestro presidente es su inventiva a la hora de distribuir insultos. Acaso con la intención de dar a cada uno lo suyo, los crea bajo el efecto inspirador del personaje a denostar, como un músico de jazz que improvisa en tiempo real, en el intento de crear algo nuevo con las notas de siempre. Refractario a casi todo menos al espejo, encuentra inspiración a cada rato. Esta semana su musa fue Axel Kicillof. Durante el lanzamiento de la campaña libertaria en La Plata, Javier Milei combinó creatividad con oficio. Junto con el predecible “pelotudo”, arengó a la platea con giros más originales: “burro eunuco”, “pichón de Stalin”, “último zar de la miseria”, “el soviético”. Y calificó de “parásitos mentales” a “todas las ratas” que habrían huido a la provincia “cuando se hundió el barco”.

Que el kirchnerismo se atrincheró en La Plata es cierto. Pero la parte más interesante de su discurso es otra: “De persistir en este rumbo, la provincia de Buenos Aires será una villa miseria gigante –dijo–. Un modelo de violencia y analfabetismo. Un estado de naturaleza donde no hay imperio de la ley, donde demasiados compatriotas viven condenados a existencias brutales y breves”. Después de ser testigo de la degradación que los gobiernos kirchneristas produjeron en el país, yo suscribiría la predicción. Lo que me llamó la atención, sin embargo, fue la alusión al “estado de naturaleza”, porque venía de leer las primeras páginas de un nuevo libro del pensador británico John Gray que, precisamente, postula que Hobbes está más vigente que nunca. La perspectiva de Gray es más amplia que la del Presidente, quien, de leer esas páginas, sin duda le soltaría a este profesor de Ciencias Políticas en Oxford y en la London School of Economics una buena muestra de sus insultos de ocasión.

En Los nuevos leviatanes. Reflexiones para después del liberalismo, Gray dice que los Estados del siglo XXI se están convirtiendo en leviatanes. Recordemos que Thomas Hobbes formuló en Leviatán (obra de 1651) la tesis de que solo un gobierno de poder ilimitado podría evitar la guerra de todos contra todos que supone el estado de naturaleza. La historia de Occidente, Ilustración mediante, habría desmentido esa idea con el nacimiento de Estados en los que el poder estaba limitado por la ley. Hoy, sin embargo, con el liberalismo político en retroceso, la función del Estado como garante de las libertades individuales se diluye. “El Estado está pasando a justificarse a sí mismo como simple protector de los seres humanos frente al peligro –advierte Gray–. Ahora, en vez de salvaguarda contra la tiranía, ofrece protección contra el caos”.

En medio de la confusión, los nuevos leviatanes, verdaderos ingenieros de almas, buscan dar un sentido a la vida de sus súbditos

Para Hobbes, la pulsión humana esencial es el miedo. Hoy, la incertidumbre y el miedo a un futuro impredecible nos devuelven al estado de naturaleza. En la confusión general, los nuevos leviatanes, verdaderos ingenieros de almas, buscan dar un sentido a la vida de sus súbditos. “Dentro de las sociedades occidentales, grupos rivales aspiran a capturar el poder del Estado en una nueva guerra de todos contra todos entre identidades colectivas autodefinidas, en una lucha implacable por el poder del pensamiento y el lenguaje –escribe Gray–. Todavía sobreviven algunos enclaves de libertad, pero la civilización liberal basada en la práctica de la tolerancia ha pasado a la historia”.

La caída del comunismo soviético y el giro de China a una economía más abierta embriagaron a Occidente: la expansión del mercado, gracias a la globalización, llevaría la libertad a los cuatro puntos cardinales. El fin de la historia y todo eso. Pero en el hombre anidan pulsiones que contradicen la fe darwinista en la razón y la profecía no se cumplió, señala Gray: “En vez de una China cada vez más parecida a Occidente, es Occidente el que se ha vuelto más similar a China. En ambos, el sistema económico dominante es una versión particular del capitalismo de Estado. Y tanto en China como en Occidente la riqueza está muy concentrada en pequeños grupos con una poderosa influencia política”.

Pido perdón por el intento de sintetizar una tesis compleja en pocas líneas. El diagnóstico de Gray puede resultar excesivo, pero ofrece una perspectiva lúcida que aplica a nuestra realidad. Nos acechan varios leviatanes en potencia. En lo inmediato, el bonaerense, en tanto el kirchnerismo se apresta a pescar votos para reafirmarse en su bastión. La ingeniera de almas del Calafate, ahora inhabilitada por la Justicia en razón de un latrocinio bien documentado, no estuvo lejos de la hegemonía en un país donde la práctica de la tolerancia –palabras de Gray– hace rato que no existe. En nombre de la libertad, se instrumenta desde el Estado libertario una guerra para someter el lenguaje y el pensamiento a la servidumbre de una idea única. Incluso las corporaciones tecnológicas se disputan nuestra mente y pretenden facilitarnos la vida ofreciéndonos algoritmos que piensen por nosotros. Muchas gracias, pero no. No importa lo que unos y otros digan. Allí, en el acto de pensar, aun equivocándonos, reside el último reducto de la libertad. Por más leviatanes que sobrevengan.


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