El bien suena en Córdoba: Viva Suecia llena La Axerquía

Desde el primer acorde, Viva Suecia dejó claro que su paso por Córdoba no sería uno más. En el marco del Festival de la Guitarra, la banda desplegó todo su arsenal sonoro con una contundencia que solo tienen quienes están en pleno estado de gracia. No hubo tiempo para la duda: lo que ocurrió en ese escenario fue una ceremonia de intensidad, belleza y verdad.

Desde el primer acorde, Viva Suecia dejó claro que su paso por Córdoba no sería uno más. En el marco del Festival de la Guitarra, la banda desplegó todo su arsenal sonoro con una contundencia que solo tienen quienes están en pleno estado de gracia. No hubo tiempo para la duda: lo que ocurrió en ese escenario fue una ceremonia de intensidad, belleza y verdad. 

Con una puesta en escena sobria pero eficaz, la banda de Murcia apostó por lo que mejor sabe hacer: dejar que la música hable, que las letras emocionen y cuenten las historias por sí solas. Las guitarras, potentes y atmosféricas, tejían un muro de sonido sobre el que se elevaba la voz de Rafa Val, entregada, precisa y más protagonista que nunca. En directo, el grupo se sentía libre, enorme, dueño de un lenguaje propio que combina euforia y melaconlía con una naturalidad aplastante. La conexión con el público fue inmediata. No fue un simple ejercicio de fidelidad de fans, -que los había, y muchos-, sino una respuesta visceral, casi física, a lo que estaba sucediendo en el escenario. Cada pausa, cada crescendo, cada mirada entre los miembros del grupo y cada guiño al público tenía un peso. No se trataba solo de interpretar canciones, sino de vivirlas y hacerlas vivir. 

Complicidad con el público

El sonido fue contundente, limpio, envolvente, respetando los matices de los arreglos sin perder ni un solo ápice de energía. Con el público puesto en pie desde que sonó la primera nota. 

El ritmo no decayó en ningún momento, la banda se mostró segura, madura, pero sin perder esa urgencia emocional que siempre los ha definido.

En cada gesto se notaba la convicción de quienes no están donde están por casualidad, sino porque se han ganado un lugar a base de trabajo, honestidad y una conexión sincera con su audiencia. 

Como no, otro de los protagonistas de la noche, el calor, se hizo un hueco en el concierto, dando pie a más de una broma, pero como dijo el cantante «esto es un concierto de rock, vamos a demostrarlo». La noche en Córdoba fue mucho más que un concierto. Fue una celebración compartida, un encuentro de almas que resonaron al unísono con cada nota, con cada palabra. Fue un espacio donde la emoción encontró su forma más ruidosa y luminosa. Allí, las canciones dejaron de ser simples melodías para convertirse en refugio, trinchera y abrazo.

Fue un viaje hacia «lo que somos y lo que fuimos»: una mezcla de recuerdos, heridas y esperanzas que la música de Viva Suecia sabe transformar en energía pura. En ese escenario, con las guitarras y la voz en plena comunión, se vivió la esencia misma del grupo, esa que va más allá del tiempo y las modas. 

Cada instante fue una confesión colectiva, un recordatorio de que el rock independiente puede ser, a la vez, un grito de libertad y un canto de ternura.

Sexy Zebras

Antes de que cayera la noche por completo, Sexy Zebras encendieron la mecha con un directo feroz y sin concesiones. Como teloneros, no se limitaron a calentar el ambiente: lo incendiaron. Con su potencia habitual y una actitud arrolladora, demostraron que su lugar está donde haya ruido, verdad y un público dispuesto a sentirlos. 

Viva Suecia, al salir del escenario, no quisieron perder oportunidad de agradecerles y elogiar su directo a unas horas en las que el calor, fue mayor aún. 

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