‘Soccer’, el deporte al que Trump no ha sido capaz de someter: «Los aficionados somos antirracistas»

Donald Trump es el presidente más ‘futbolero’ que ha tenido EEUU. Y eso ya es mucho decir en la historia de un país donde el ‘soccer’ ha sido una herramienta cultural para determinadas colectividades, aunque ahora empieza a ser un lucrativo negocio. Esa es la parte que más le interesa al presidente, que ha visto cómo la FIFA ha construido una agenda a su alrededor, que parte desde su participación en el sorteo del Mundial de Clubes, continúa con actos como la visita de la Juventus o la exhibición del torneo en la Trump Tower. Prosigue con el establecimiento de una sede del organismo en este edificio, símbolo del trumpismo; y termina con la presencia del mandatario en la final donde se coronó el Chelsea.

Trump, jugador de fútbol en el servicio militar

La relación entre Infantino y Trump viene de atrás. En 2018 visitó la Casa Blanca para llevarle una camiseta con su nombre y el dorsal 26, por el Mundial de selecciones que se celebrará en EEUU el próximo año. Ambos mantuvieron un encuentro cordial en el que presidente de la FIFA dijo estar «impresionado» por el compromiso del país con el fútbol. Pero, ¿hasta qué punto le gusta a Trump el ‘soccer’? Lo cierto es que este deporte ha estado siempre presente en su vida de un modo u otro. De ahí que no extrañó su presencia en la final del Mundial de Clubes, donde eclipsó a sus protagonistas desde el himno de EEUU, cuando fue abucheado, hasta en la entrega del trofeo al Chelsea, cuando quiso aparecer en la foto de los ganadores.

El presidente norteamericano jugó al fútbol cuando era adolescente y prestaba servicio en la New York Military Academy. «Probablemente, podría haber jugado profesionalmente como lanzador. Creo que lanzaba a 80 millas por hora. Yo era el receptor. Me dejaba la mano amoratada todos los días… ¿Podía jugar fútbol americano? ¿Podía jugar al fútbol? Podía hacer lo que quisiera. Estaba dotado tanto física como mentalmente«, dijo en una entrevista con el tono que le caracteriza. Su hijo pequeño, Barron, también estuvo en la cantera del DC United.

Por tanto, el fútbol no es un deporte ajeno para los Trump, de ahí que el máximo mandatario de EEUU decidiese liderar la candidatura para acoger el mayor evento del mundo junto a los Juegos Olímpicos, que también se celebran en Los Ángeles 2028. Un movimiento pensado para legitimarse en el escenario internacional a través del mayor símbolo de poder social, como es el deporte. Un segundo capítulo del Mundial 1994, que además encajaba a la perfección con el lema rector de su pensamiento: ‘Make America Great Again’. «Quizás algún día podamos llamar al fútbol ‘soccer’. Trabajaremos por ello», dijo en la final de Nueva Jersey, donde la FIFA le puso en el centro.

El problema ‘político’ de los estadios de la MLS

Más allá este golpe sobre la mesa, Trump quería aplacar la corriente del ‘soccer’, el deporte que más se ha opuesto a sus políticas. En su última y exitosa campaña presidencial recibió múltiples apoyos del mundo del deporte: la dueña de los Dallas Mavericks, Miriam Adelson; la familia DeVos, propietarios de los Orlando Magic; Rob Walton, máximo mandatario de los Denver Broncos o Charles Johnson, dueño de los San Francisco Giants; fueron algunos de sus grandes benefactores.

Sin embargo, el ‘soccer’ siempre ha estado identificado con la comunidad latina y, a pesar de moverse en el sistema de franquicias, la participación del aficionado en los equipos es mucho mayor. Durante las protestas contra las redadas migratorias que ocurrieron al principio del Mundial de Clubes, los hinchas de los tres clubes de EEUU que participaron en el torneo de la FIFA (Seattle Sounders, Inter Miami y LAFC) mostraron pancartas en contra de estas medidas. Jugadores como Carlos Vela hicieron lo propio. Todos los estamentos están alineados después de años de presión que provocaron crisis políticas.

En 2019, el comisionado de la MLS prohibió las tres flechas del Iron Front, organización que luchó contra los nazis en la República de Weimar, símbolo frecuente entre las organizaciones antifascistas. “Dijeron que no querían política en los estadios. Les explicamos que todo es política. Que no es lo mismo llevar una bandera fascista que discrimina a personas de distinta raza, credo o religión; que sacar una antifascista, emblema de todo lo contrario”, contaba a este periodista Sherrilyn ‘Sheba’ Rawson, presidenta del 107IST, supporters trust del Portland Timbers.

«El ‘soccer’ todavía necesita a los aficionados»

Los aficionados al ‘soccer’ son conscientes de que, para crecer, los responsables del negocio todavía les necesitan. Se ha visto a la perfección durante el Mundial de Clubes, en el que se han tenido que ‘regalar’ las entradas para llenar los estadios, después de un plan de precios con tarifas inalcanzables para los verdaderos seguidores de este deporte. Un colectivo con un marcado carácter reivindicativo, que colabora activamente en iniciativas solidarias.

“Saben que estamos unidos. La mejor expresión fue en el derbi contra los Seattle Sounders. Acordamos con nuestros archienemigos permanecer en silencio 33 minutos, en referencia a cuando los nazis aplastaron al Iron Front. Después arrancamos cantando el ‘Bella Ciao’. Los capitanes llevaron banderines en los que recalcaban el carácter antifascista y antirracista de los dos equipos», recuerda la seguidora del ‘soccer’, que, curiosamente, también es hincha del Real Oviedo.

«La mayoría de las hinchadas de EEUU tienen un enfoque ideológico similar: antifascista y antirracista. Cada una, a su modo. Por ejemplo, en Texas no verás una pancarta a favor del orgullo gay pero sí exhiben mensajes como ‘todos son bienvenidos’. Solo hubo un conato de grupo nazi asociado al New York Football Club que fue rápidamente expulsado del consejo”, narra la seguidora de los Timbers, un equipo que ha terminado por definirse en sus estatutos como contrario a cualquier tipo de discriminación.

Infantino y Trump, una amistad íntima

Esto, lógicamente, entra en conflicto directo con el pensamiento de Trump, quien también ha tenido ácidas disputadas con la selección nacional femenina. Sobre todo con la que lideraba Megan Rapinoe, quien aseguró que se negaría a visitar la Casa Blanca. La respuesta del presidente fue la siguiente: «Antes de criticarme, termina tu trabajo. Ah. y respeta a este país y su himno». La cita se entiende en el contexto de las protestas por el movimiento ‘Black Lives Matter’. Aunque EEUU terminaría ganando aquel Mundial de 2019, confirmando su superioridad histórica en este deporte, no recibió una invitación formal de la Casa Blanca.

De ahí que la colaboración con Infantino, con el Mundial de Clubes y el Mundial 2026, le ha abierto una puerta a Trump para controlar el ‘soccer’ que no ha conseguido en su país. “Tenemos que estar en Nueva York, no solo por el Mundial de Clubes de este año y el Mundial del próximo año. También debemos estar en Nueva York cuando se trata de dónde están ubicadas nuestras oficinas”, dijo Infantino en un acto celebrado en la Trump Tower, donde se puede visitar el astrolabio de oro elaborado por Thomas Fattorini.

«Sé que Trump es un gran fanático del fútbol. Le doy las gracias por todo», recalcó el presidente de la FIFA, quien estuvo presente en Washington en la última victoria electoral de Trump. Fue la enésima muestra de amistad -y conveniencia- entre las partes que llevó a preguntar a un periodista si sería Trump el encargado de dar el trofeo al ganador del Mundial de Clubes. A lo que este respondió: “Sí, voy a entregarlo. Lo tengo en mi oficina». Una broma que, en el contexto de la estrategia actual de Trump, podría no serlo algún día.

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