Los restos de Miguel Uribe Turbay eran velados este martes en el Congreso de Colombia en medio de una conmoción nacional de la que despuntan varias aristas políticas. El asesinato cometido contra un precandidato presidencial del Centro Democrático, la principal fuerza de la derecha del país sudamericano, instala en Bogota la lógica de la eliminación del adversario que es conocida en el interior del país, donde solo este año perdieron la vida 97 dirigentes sociales, sindicales y líderes indígenas. Con el crimen retorna una sombra perturbadora de cara a los comicios de 2026 y recuerda otros aciagos momentos similares de décadas pasadas. El general Humberto de La Calle, uno de los negociadores del Acuerdo de Paz con las FARC, suscrito en 2016, sostuvo que la muerte de Uribe Turbay es un golpe a ese proceso que ha buscado establecer «las máximas garantías posibles para el ejercicio de la política«. Al mismo tiempo, el deceso de un promisorio aspirante al Ejecutivo sume a la derecha en una situación de turbulencias internas que le devuelven al expresidente Álvaro Uribe un mayor protagonismo a escasas semanas de ser condenado a 12 años de prisión por soborno y fraude procesal.
El espectro conservador, que intenta recuperar las riendas del Ejecutivo el año próximo, se encuentra envuelto en disputas internas. «En los dos meses largos que Miguel Uribe luchó por su vida, la derecha pasó por varios escenarios, menos por el de la claridad. El uribismo entró primero en una especie de shock por su atentado y cuando trataba de reactivar la campaña vino la condena por manipulación a testigos contra el expresidente. Ambos golpes se expandieron como réplicas de un terremoto en la campaña de la derecha», señaló el portal ‘La Silla Vacía’. Los precandidatos del Centro Democrático, Abelardo de la Espriella, Vicky Dávila y María Fernanda Cabal no se demoraron ocupar el lugar dejado por Uribe Turbay con palabras y gestos que provocan estupor. Lo que tienen en común ellos y otros precandidatos es una voluntad de radicalizar las posiciones de la derecha y embestir contra el Gobierno de izquierdas al que responsabilizan de la suerte corrida por el extinto senador.
Pedido de moderación
El ministro de Defensa Pedro Sánchez Suárez, confirmó una hipótesis que vincula el atentado letal contra Uribe Turbay con una facción de las FARC que no se sumó al acuerdo de paz. «El asesinato de Miguel Uribe pone a prueba institucionalidad y democracia de Colombia: implicaciones del magnicidio», sostuvo el diario ‘El Tiempo’, de Bogotá. El editorial del otro diario capitalino, ‘El Espectador’ razona en la misma dirección. «No deja de agobiarnos reportar el asesinato de líderes. Este crimen es un magnicidio. El primero, en casi 36 años, contra alguien que buscaba la presidencia». De inmediato hace referencia a los intentos de la derecha de capitalizar la figura de la víctima. «En medio del dolor, resulta grotesco que este hecho se esté usando como arma electoral. Tanto que se especulen teorías de conspiración como que se intente sumar réditos políticos con el atentado es una afrenta a la memoria de Uribe Turbay. El rechazo a este crimen debe ser unánime y sin matices ni oportunismos. No hay causa que justifique una atrocidad así». La violencia, recuerda el editorial, «hiere a toda la sociedad», no importa «que unos tuvieran profundas diferencias ideológicas» con la víctima y otros dirigentes grandes simpatías: «su muerte es una pérdida para el país entero, porque rompe las reglas que nos permiten convivir y porque cada acto de barbarie erosiona el tejido que nos une. Debemos asumir colectivamente el duelo y la responsabilidad de impedir que hechos así se repitan».
La figura de Álvaro Uribe
En este contexto emerge con otro brío la figura del expresidente Uribe, quien se trenzó en una áspera polémica con Juan Manuel Santos, quien en 2010 había sido su delfín, pero los caminos de ambos se bifurcaron cuando el heredero se avino a negociar con la principal guerrilla la finalización del conflicto armado. Uribe consideró una afrenta la presencia de Santos, Premio Nobel de la Paz, en las exequias del senador. «En esta hora de dolor aumenta mi tormento al ver en la pantalla de la distancia la hipocresía de Juan Manuel Santos, que devolvió el poder a los criminales». Santos le pidió a quien lo había nombrado como ministro de Defensa, en 2007, «dejar atrás el odio» porque el país «necesita grandeza y ejemplo de ambos». El Centro Democrático encontró un momento de concordia interna atacando a Santos. «Contribuyó a la violencia que hoy enluta al país. Es igualmente doloroso que el expresidente Uribe, quien lideró la lucha contra la violencia y salvó a Colombia de la destrucción, se encuentre injustamente privado de su libertad y no pueda rendir homenaje a Miguel Uribe en este momento de dolor», sostuvo la colectividad.
No ha dejado de ser llamativo el hecho de que en medio del duelo de tres días decretado por el Gobierno, la Procuraduría General de la Nación le pidiera al Tribunal Superior de Bogotá que anule la condena contra el expresidente. En un oficio de 81 páginas, el delegado del Ministerio Público sostiene que el dictamen de la jueza Liliana Heredia tendría «yerros probatorios» .
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