Este aparatito fue furor en los 90 sabés para qué se usaba?

En los años 90 hubo un objeto que se convirtió en protagonista de recreos, pasillos escolares y tardes con amigos. Se trataba de un pequeño llavero negro con botones de colores y un parlante incorporado, conocido como “el llavero de los ocho sonidos”. Aunque su aspecto era simple, escondía en su interior un microchip capaz de reproducir efectos que despertaban tanto diversión como fastidio.

Fabricado a fines de los 80 en países como Taiwán y Hong Kong, fue distribuido masivamente en la década siguiente bajo nombres comerciales como Executor Chain o Revenger Chain. Venía en un blister transparente, acompañado por dos pilas tipo botón y un eslogan inolvidable: “Don’t get mad, get even!”. Su bajo costo y su impacto inmediato lo transformaron en un fenómeno popular.

El secreto estaba en sus ocho sonidos digitales y metálicos, que salían con fuerza de su pequeño altavoz. Los más recordados eran: la sirena de policía, la sirena de ambulancia o bomberos, la bocina de auto, una bocina corta, el disparo de pistola, la ráfaga de metralleta, una explosión y una corneta o timbre. Ese repertorio estridente lo convirtió en un juguete infaltable para algunos y en la pesadilla de maestros y padres que veían cómo interrumpía clases y reuniones.

Lo cierto es que su encanto residía en la sencillez: cabía en un bolsillo, se colgaba fácilmente de un llavero o mochila y estaba siempre listo para sorprender. En kioscos, jugueterías o puestos callejeros se vendía como una novedad irresistible, y rápidamente se volvió un símbolo de la cultura popular noventosa.

Hoy, más de treinta años después, este pequeño aparato revive como un recuerdo compartido. Muchos lo miran con nostalgia, evocando la época en que bastaba apretar un botón de colores para generar carcajadas, travesuras o simplemente sentir que se tenía en la mano uno de los objetos más deseados de aquellos años.

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