La Antártida corre el riesgo de sufrir cambios potencialmente irreversibles en el hielo, el océano y los ecosistemas del continente: el nuevo escenario podría tener profundas implicaciones para el resto del planeta, a menos que se tomen medidas urgentes para reducir las emisiones globales de carbono.
Un equipo internacional de científicos, liderado por la Universidad Nacional Australiana, advierte en un estudio publicado recientemente en la revista Nature que la Antártida está experimentando «cambios abruptos», interconectados y cada vez más difíciles de frenar, con consecuencias que podrían perdurar por generaciones si no se actúa con rapidez para detener las emisiones de CO2.
El trabajo sintetiza observaciones recientes que apuntan a una pérdida sostenida de hielo marino, a una ralentización de la circulación profunda del Océano Austral y a señales de fragilidad en las plataformas de hielo que sostienen las masas glaciares terrestres. Los autores alertan que estas alteraciones no solo son rápidas, sino que pueden amplificarse entre sí mediante peligrosos bucles de retroalimentación.
Entre las amenazas más severas figura el riesgo de colapso de la West Antarctic Ice Sheet (WAIS), o capa de hielo de la Antártida occidental. Se trata de una cobertura de hielo de origen marino, caracterizada por su lecho por debajo del nivel del mar y su extrema vulnerabilidad, afectada por el rápido derretimiento y la inestabilidad.
Consecuencias que podrían ser irreversibles
Los científicos señalan que la pérdida sostenida de partes vulnerables de ese sector podría desencadenar aumentos del nivel del mar superiores a tres metros, un escenario que pondría en peligro ciudades y comunidades costeras en todo el mundo, según una nota de prensa.
Los investigadores subrayan que, incluso en trayectorias de reducción de emisiones contaminantes consideradas optimistas, podría superarse el umbral que llevaría a una pérdida irreversible. Al mismo tiempo, las implicaciones ecológicas ya son visibles: la menor extensión del hielo marino afecta directamente a especies como el pingüino emperador, cuyas crías dependen de una cubierta de hielo estable durante la etapa temprana de su desarrollo.
Además, el calentamiento y la acidificación del océano están poniendo en riesgo a organismos clave como el krill y el fitoplancton, pilares de la red trófica del Atlántico Sur y del Océano Austral. Un colapso de la circulación de vuelta del Océano Austral, que recicla nutrientes desde las profundidades hasta la superficie, amenazaría la productividad marina regional.
Efectos globales que no pueden pasarse por alto
Los autores piden integrar estos hallazgos en la planificación climática y las estrategias de adaptación nacionales e internacionales. Subrayan que las medidas de protección ambiental existentes en el marco del Tratado Antártico son necesarias pero insuficientes, frente a los efectos inducidos por el calentamiento global de raíz antropogénica.
Referencia
Emerging evidence of abrupt changes in the Antarctic environment. Nerilie J. Abram et al. Nature (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41586-025-09349-5
La conclusión es clara y urgente: estabilizar el clima para no superar un sobrecalentamiento de 1,5 °C con respecto a los valores preindustriales, y acelerar la reducción global de emisiones de carbono, son condiciones imprescindibles para disminuir la probabilidad de desencadenar cambios abruptos en la Antártida. Al mismo tiempo, los científicos piden prepararse para impactos ya en curso, porque la ventana para evitar consecuencias graves se está cerrando.
Aunque aún existen dudas sobre el ritmo y la extensión exacta de estos procesos, el mensaje de la comunidad científica es contundente: la Antártida ha pasado de ser un sistema aparentemente inmutable y lento a mostrar señales de transformación rápida, con efectos globales que requieren decisiones políticas y sociales a la altura del desafío.