Basta de visitantes en la Conmebol

Basta de visitantes en la Conmebol 

A propósito de los episodios de cruda violencia en cancha de Independiente por Copa Sudamericana.

El desastre del miércoles a la noche en Avellaneda no debería sorprender a nadie que siga con mayor o menor cercanía al fútbol sudamericano. La única diferencia es que en la cancha de Independiente la batalla la empezaron los barras chilenos y la terminaron los del Rojo sin participación de ninguna de las fuerzas de seguridad que debieron haberla evitado. En Brasil, en cambio, los enfrentamientos dentro y fuera de los estadios los comienzan las policías estaduales que invariablemente atacan a los hinchas de los equipos de otros países que llegan para los partidos por las copas continentales o las Eliminatorias mundialistas.

De nada valen las exhortaciones de Conmebol a hacer una cadena sudamericana de la amistad deportiva ni las bellas palabras de sus comunicados si cada vez que los hinchas cruzan las fronteras, se juegan la vida. O en el caso de los chilenos, se transforman en una horda de salvajes que depredan todo lo que encuentran a su paso y no dejan vejamen por cometer. Si además, los policías brasileños reparten bastonazos a cualquier hincha extranjero por el solo hecho de serlo y los argentinos alegan órdenes superiores y se inhiben para actuar cuando deben hacerlo, poco es lo que queda por hacer. A lo sumo, esperar el próximo parte de guerra, las próximas imágenes de la vergüenza y la degradación humana.

Por eso y ante la gravedad de lo visto y vivido hace una semana en el estadio del Rojo, tal vez sea momento para que Conmebol deje de lado las hipocresías, las buenas intenciones y el deseo de no ser menos que Europa y desautorice hasta nuevo aviso la presencia de hinchas visitantes en los partidos que se juegan bajo su jurisdicción. Nada hay en la vida más importante que la vida misma. Ni siquiera la sana pasión por los colores de un equipo o un país.

Gonzalo Alfaro, hincha de la Universidad de Chile, sufrió hace una semana una doble fractura de cráneo y vértebras cervicales tras haberse caído al piso desde lo más alto de la tribuna Sur Alta en medio de la brutal cacería de los barras de Independiente. Su recuperación demandará mucho tiempo y un dinero que su familia no tiene. Y Gabriel Gago, un hincha de Racing que siguió a la Academia hasta Río de Janeiro para ver la final de la Recopa Sudamericana ante Botafogo, debió ser operado dos veces en marzo de este año luego de haber recibido un par de balazos mientras esperaba el partido en Barra de Tijuca. Su hígado, su estómago y su vesícula quedaron dañados por el resto de sus días.

Alfaro y Gago han debido pagar un precio demasiado alto por la bestialidad de los hinchas y las policías bravas. Le pusieron el cuerpo a la pasión y salieron dañados. Si para algunos en Sudamérica, el fútbol es una guerra en la que a los visitantes se les debe dar trato de enemigos, lo mejor es que no haya mas visitantes. La pelota  puede seguir yendo y viniendo sin ellos. No hay que hacerle el juego a la muerte, que a punto estuvo en Avellaneda de imponer sus reglas macabras.

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