Jeannette Jara y el sueño de ser la primera presidenta comunista de Chile

Jeannette Jara ha ido mucho más lejos de lo que podía imaginar cuando a comienzos de siglo terminó la carrera de Administración Pública y buscaba darle un perfil social. «Quería ser asesora de alguna junta de vecinos». A los 51 años su horizonte se ha ampliado de manera significativa. Jara pone a prueba a partir de este domingo su mayor anhelo: convertirse no solo en la segunda presidenta de Chile en su historia y la primera que proviene del Partido Comunista (PC). Lidera las encuestas pero tiene una situación difícil de cara a la segunda vuelta del 14 de diciembre.

A mitad de año, la exministra del Trabajo del Gobierno de Gabriel Boric, promotora en su momento de la Ley de las 40 horas que le ha permitido ganar en popularidad, obtuvo el 60,19% de los votos en las primarias, más de la mitad de los que recibió la exministra del Interior, Carolina Tohá, hija de un histórico prisionero de la dictadura del general Augusto Pinochet en el campo de concentración de la isla de Dawson. «Cuando en nuestro país gobierna la centroizquierda, los trabajadores, los pensionados y las mujeres mejoran sus derechos», dijo en su momento. El capital político de Jara también aumentó gracias a la subida del salario mínimo (en la actualidad el más alto de la región) y la reforma del sistema de pensiones más importante en cuatro décadas, un hueso duro de roer para las presidencias de Sebastián Piñera y Michelle Bachelet. La candidata de la coalición de centroizquierda despuntó en ese momento como una dirigente capaz de negociar con la derecha un proyecto que solía dividir aguas.

Hija de una ama de casa y un mecánico, reivindica su procedencia del «Chile real» y «profundo«, distinto al de «esas personas que nacieron en la élite». Fue la primera en su familia en ir a la universidad. Ella se graduó en Derecho. Esa marca de origen es inédita en el historial de competidores a la presidencia. Pero el signo distintivo de Jara pasa por su condición de abanderada de un heterogéneo espacio progresista que le da por primera vez al PC un lugar de liderazgo desde 1990, cuando el país recuperó la senda institucional. Socialistas y comunistas fueron aliados durante el Gobierno de Salvador Allende. Tras el golpe compartieron una misma lucha contra el régimen. Sin embargo, con el correr de los años se bifurcaron, al punto de que el PC no formó parte de la alianza que permitió derrotar a Pinochet en el plebiscito de 1988. Recién se integró a un Gobierno durante la segunda presidencia de Bachelet, en 2013. Desde ese momento, ese partido comenzó a tener mayor inserción popular.

Iniciación temprana

Nacida un año después del golpe de Estado de 1973, entró a militar a los 14 años a las Juventudes Comunistas, asumiendo roles de dirigente estudiantil y social nada menos que en un momento bisagra de ese país: el plebiscito y la elección que abría las puertas de la transición democrática. Las ganó Patricio Aylwin, en nombre de la Concertación. La Jara de entonces consideraba seguramente timorato al Gobierno entrante en 1990. Con los años aprendió a valorar los aspectos positivos de ese complejo proceso. Ahora necesita de los socialistas y demócratas cristianos para vencer.

 Se casó joven y quedó viuda pasados sus 20 años para luego convertirse en madre de un hijo que ahora tiene 19 años. Durante el primer Gobierno de Bachelet ejerció como subsecretaria de Previsión Social. La comparación con la expresidenta ha estado a la orden del día estos meses. «Nos reímos y bromeamos sobre eso, ‘a ver, encuentre la diferencia’. Pero también creo que a dos hombres nunca los compararían así y tal vez eso se debe a que no nos ven en nuestra integralidad».

Magíster en gerencia pública y militante de a pie durante muchos años, Jara es parte de una renovación generacional que provoca ciertas chispas en un partido históricamente homogéneo. Es crítica con los procesos políticos en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Las relaciones con un sector del PC no son las más amables. La acusan de un giro oportunista hacia la moderación. «Somos diversos, pero nos une un tronco común de centroizquierda», dijo, para la amargura de los tradicionalistas.  Desde la derecha llaman a sospechar: Jara sigue siendo una loba disfrazada de corderito. Le toca enfrentar un desafío de proporciones este domingo: salir al paso de los intentos de instalar en el Palacio de la Moneda a candidatos que reivindican sin pudores el último proceso militar. «Antes daba vergüenza ser pinochetista, pero ahora parece que no».

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