La aparición del móvil y su uso nos ha facilitado la vida en muchas situaciones. Nos mantiene conectados con familiares que se encuentran lejos, permite que los padres estén en contacto directo con sus hijos y también podemos tener tiempo de calidad ya sea escuchando música o jugando a videojuegos. Pero no todo es oro lo que reluce y el móvil también ha acarreado consecuencias graves como el cibercontrol o los tipos de violencia que se dan a través de las nuevas tecnologías –como los móviles, GPS, ordenadores o tablets–.
Patricia Rodríguez Villar, Vocal de la Sección de Psicología de Intervención Social del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG) / Cedida
El cibercontrol es «una modalidad de violencia que, normalmente, se da por medio de la manipulación y vigilancia continuada por parte de una pareja o expareja y el medio es a través de las nuevas tecnologías, tanto los dispositivos electrónicos como las redes sociales, páginas webs y aplicaciones», explica Patricia Rodríguez Villar, vocal de la Sección de Psicología de Intervención Social del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG), psicóloga forense y de intervención social y especialista en violencia de género.
Ana María Neira Pena, Directora de la Oficina de Igualdade da Universidade da Coruña (UDC) y jurista / Cedida
Este tipo de violencia, normalmente, se manifiesta a través del control de las redes sociales, los mensajes y la ubicación. «Ya desde hace unos años está habiendo un boom de esas aplicaciones de tener la ubicación permanentemente activada», señala Patricia Rodríguez Villar.
«Según investigaciones a nivel nacional e internacional, entre un 70 y un 73 por ciento de las mujeres han sufrido violencia digital», explica Rodríguez Villar. De hecho, el Informe de Criminalidad de la Secretaría del Estado de Seguridad del Ministerio del Interior señala que, durante los dos primeros trimestres de 2025, se registraron, en Galicia, un total de 19.739 delitos de cibercriminalidad. De ese total, 2.921 fueron considerados delitos de índole cibernético, pudiendo englobar dentro al cibercontrol.
«En el cibercontrol hay omnipresencia, ahí está lo grave»
Patricia Rodríguez Villar
— Vocal del Psicología de Intervención Social del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG)
Pero este tipo de violencia de género tiene más factores y señales para tener en cuenta, no solamente el compartir la ubicación con la pareja. «También se puede dar mediante el control de las amistades por redes sociales, la inexistencia de las contraseñas dejando los dispositivos completamente abiertos para la pareja, la revisión de las llamadas y las actividades de las redes sociales, la clonación de las cuentas de correos electrónicos y el obligar al envío de fotos íntimas. Al final, todo esto es una extensión de la violencia tradicional, de esas conductas violentas en las relaciones de violencia de género, pero que, ahora, ese control se traslada al entorno digital, permitiendo que sea permanente las 24 horas del día. Ahí está lo grave, hay omnipresencia», señala Rodríguez Villar.
En este tipo de violencia de género, los aislamientos sociales son el factor característico porque, al final, «te quitan esa red de apoyo para que tú te sientas sola y dependas cada vez más del agresor, también por el medio digital», asevera Rodríguez Villar. Además, tienen un punto característico muy marcado, su potencial lesivo. «Es mayor incluso que una violencia verbal porque la tecnología te persigue a todas partes. Tú estás todo el tiempo con el teléfono. Estás en el baño, en tu cama, saliendo de tu casa y estás con el teléfono, entonces eso puede provocar una sensación que puede tener un potencial lesivo mucho mayor. La potencialidad de no poder separarte, distanciarte de esa persona o de esas violencias es brutal, facilita mucho más que sea una violencia continuada de la que no puedes aislarte de ninguna manera», señala Ana María Neira Pena, directora de la Oficina de Igualdade da Universidade da Coruña (UDC), investigadora y jurista de ciberviolencia.
Estos indicadores no aparecen del día a la mañana, normalmente se dan de manera progresiva y se van naturalizando. «Es como ir subiendo escalones. Uno no sube tres, cuatro o cinco escalones juntos porque, si no, no lo subiríamos y lo detectaríamos. En este caso, las víctimas van subiendo uno a uno. Y ese uno lo va justificando mediante las acciones, la manipulación o el chantaje que la pareja hace. Este cibercontrol normalmente se oculta a través de esa aparente preocupación, amor e interés que dificulta esa detección», apostilla Rodríguez.
«Tiene un potencial lesivo mayor que la violencia verbal»
Ana María Neira Pena
— Directora de la Oficina de Igualdade da Universidade da Coruña (UDC) y jurista
Son los más jóvenes los que alarman a los especialistas porque tienden a normalizar este tipo de conductas. «El problema es que no lo ven como un control. No es una sobreprotección, es una forma de violencia psicológica con consecuencias devastadoras para la víctima. ¿Dónde está el límite? ¿Dónde empiezan las conductas de maltrato hacia el control? Ese límite es muy difuso, es como nos lo quieren hacer ver», explica Rodríguez.
Desde la Oficina de Igualdade da UDC, confirman que entre 2020 y 2025 han tenido dos o tres denuncias de esta índole y eso puede dar a entender que los jóvenes no comprenden los límites en el ámbito tecnológico, pero «estos datos no son realistas en cuanto a una determinación de la prevalencia de estas conductas», asevera Neira. Muchos de los jóvenes de la UDC «son reacios a venir a contarle a un profesor, a una profesora o a alguien de la universidad que su pareja ejerce cibercontrol. Lo normalizan y no lo cuentan, salvo que ya escale el conflicto y sea algo más violento, como agresiones físicas. Entonces ahí, sí suelen acudir, cuando ya tienen una sensación de inseguridad o de miedo», apostilla Neira.
Este tipo de violencia de género puede generar consecuencias graves en quienes la padecen, principalmente a nivel psicológico. «Es muy común que sientan ansiedad, miedo constante, depresión y baja autoestima, aislamiento social, problemas de concentración y de atención o de rendimiento«, señala Rodríguez. Por otro lado, también pueden darse síntomas somáticos como «dolor de cabeza, insomnio, molestias gastrointestinales, y en los casos más graves, pensamientos suicidas o autolesiones», explica Rodríguez Villar.
Cambios en el Código Penal
En 2024, la Unión Europea (UE) ha sacado una directiva jurídica sobre la lucha contra la violencia hacia las mujeres, y se enfoca, sobre todo, pero no exclusivamente, en las violencias digitales o violencias facilitadas por la tecnología. Esta directiva distingue distintas formas de violencias digitales, como el ciberacecho, que lo entienden como el uso de las tecnologías como una forma de control y de vigilancia.
Esta directiva de la UE «es bastante novedosa porque obliga a los Estados a que adapten su ordenamiento jurídico interno, para castigar cosas que, en algunos casos, todavía no tienen leyes, porque aunque pueden encajar en algunas otras figuras, no está claro en qué figuras penales y en qué delitos», explica Neira.
La jurista comenta que, en la legislación nacional, hay lagunas en la regulación de los delitos cibernéticos y hay conductas que no se sabe en donde encajarlas, por lo que, «el Código Penal debería revisarse«, porque las leyes españolas «no están actualizadas» en este ámbito.
Las mujeres que sufran este tipo de delitos pueden denunciar tanto «en las propias plataformas y aplicaciones, como en la Agencia de Protección de Datos, en la Policía Nacional para que se inicie un proceso judicial y también tienen derecho a ir a un juez o a un fiscal», asevera Neira, que sentencia que «hay que animar a las víctimas a denunciar».
