‘Crítica de ‘A different man’: Una fábula moral sobre la apariencia física

‘A different man’ (2024)

Director: Aaron Schimberg

Intérpretes: Sebastian Stan, Renate Reinsve, Adam Pearson

Estreno: 31/1/25

Puntuación: ★★★

Un hombre con el rostro deformado por la neurofibromatosis, Edward, intenta ganarse la vida actuando en campañas publicitarias o películas. Vive en un apartamento presidido por una fea y negra gotera que se hace cada día más grande en el techo del salón, como la gotera macabra del filme de terror japonés ‘Dark water’. La nueva inquilina del piso de al lado es una aspirante a dramaturga. Entre los dos se establece una relación de amistad cordial. Él se enamora. Y sucede un acontecimiento que lo cambia todo. En principio para bien, aunque en realidad lo que hace es desvirtuar algo tan importante como es la identidad.

Edward la tenía, pero con su cambio físico la pierde por completo. Sobre todo cuando, en la idea más interesante de la película, quiere recuperar esa identidad interpretándose a sí mismo, pero ahora con una máscara, en la obra que ha escrito ella. El filme se abisma a un irónico juego sobre realidad, representación, ficción y apropiación; sobre la máscara y la ética. ¿Es correcto utilizar a una persona deforme en una obra dramática, o en la propia película, que no se sabe muy bien si crítica la recepción social hacia la otredad o bien se regodea en ella? La fábula sobre la fealdad, la apariencia y el físico normativo resulta tan interesante como desconcertante.

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