Mandaba el Bayern, ganaba el Inter. El partido transitaba entre esas dos coordenadas hasta que un precioso ataque nacido en la portería italiana acabó en el hogar alemán. Y, de pronto, cuando los alemanes creían tener el encuentro controlado descubrieron esa maravillosa obra colectiva, que dignificó Lautaro Martínez, con un soberbio disparo.
Hasta que en los minutos finales apareció Thomas Müller, convencido de que evitaba el desastre bávaro. O eso creía porque el Inter se levantó con un excelente contragolpe sellado por Frattesi, que dejó abatido al Bayern (1-2).
Soberbio había sido el 0-1 de Lautaro porque eligió la superficie de su pie derecho más complicada -el exterior- y soberbio porque culminó una serie de extraordinarias acciones técnicas para que el Bayern quedara petrificado espectador de una obra tan bella que se derritió. Y eso que el Bayer pareció empezar dominando.
Ni media hora de partido y estaba el equipo alemán aplastando con un juego vertical, directo y venenoso, sintetizado en Olise, el dueño de la banda derecha, al conjunto italiano. Ni salía de su área el grupo de Inzaghi, asustado y aturdido porque no tenía la pelota. Ni el control del partido. Pero no fue el partido como empezó sino como terminó, teniendo personalidad y autoridad el conjunto italiano.
Lautaro Martínez, el delantero del Inter, festeja su gol, el 0-1 al Bayern en Múnich. / Efe / Filip Singer
Satisfecho debía estar porque todo iba como había empezado. O sea, con el empate inicial, consecuencia de la falta de puntería de Kane, a quien Olise dejó solo en la frontal del área pequeña italiana. Pero su remate, solo como estaba en su zona, no estuvo a la altura de su fama. Lo estrelló el delantero inglés en el poste izquierdo para alivio del Inter, que estaba siendo zarandeado por los alemanes.
Media hora inicial de encuentro, siete remates del Bayern, cuatro a la portería interista (cuatro paradas de Sommer y un poste salvador al errónero disparo de Kane) y la sensación para Kompany de que estaban desperdiciando una gran ocasión. Justo en el momento de más asedio bávaro emergió un ataque del brasileño Carlos Augusto, cuyo peligroso disparo no encontró los tres palos que defendía el joven meta alemán Jonas Urbig, quien a sus 21 años hereda la silla vacía del lesionado Neuer.
Acerbi, el delantero del Inter, pelea el balón con Kane, el delantero del Bayern, en Múnich. / Reuters / Kai Pfaffenbach
Esa jugada despertó al Inter después de una media hora en la que se vio superado, sobre todo por ese endemoniado delantero francés que era la estrella de la noche. Todo empezaba en esos regates eléctricos de Michael Olise sin que supiera entonces el Bayern lo que vendría después.
Y lo que vino después fue una jugada soberbia que arrancó en el saque largo de Sommer prolongado por Lautaro Martínez para organizar un ataque de ensueño. La cabalgada de Bastoni fue el prólogo de una maravillosa dejada con el tacón de Marcus Thuram. Si maravillosa fue su asistencia enorme resultó el golpeo con el exterior de Lautaro, origen y fin de la acción, dejando un imponente gol.
Lautaro Martínez, el delantero del Inter, pelea el balón con Goretzka, el centrocampista del Bayern, en Múnich. / Afp / Alexandra Beier
De repente, el Bayern se quedó en silencio. Tan solo le faltó aplaudir el monumental tanto del Inter, incapaz como había sido el conjunto alemán de descodificar la jugada que nació en el pie derecho del ‘1’ (Sommer) y acabó en idéntico pie, el diestro del ‘nueve’ (Lautaro). Y el encuentro pareció terminar en esa acción porque todo lo que ocurrió en la segunda mitad estaba condicionado por el 0-1.
Entonces emergió la figura de un rebelde Müller, a quien ya no quieren en Múnich. De ahí que festejara con rabia ese tanto del empate, convertido en un viejo delantero centro. Estaba en el interior del área pequeña interista, burlando a toda la desorientada zaga del equipo de Inzaghi. Y cuando más sufría el Bayern apareció ese segundo gol del Inter que provocó una noche de terror en Múnich.